domingo, 23 de setembro de 2012

Salman Ruschie em entrevista ao El Clarin

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Rushdie, el maldito: Memorias de una herejía involuntaria

POR MATILDE SÁNCHEZ

Condenado a muerte en 1989 por el régimen iraní por la publicación de “Los versos satánicos”, el escritor inglés de origen indio lanza su nuevo libro. Clarín lo entrevistó en Londres.
Sobreviviente de un linchamiento global. El autor de Joseph Anton, hace dos semanas en Londres.
LONDRES. ENVIADA ESPECIAL - 23/09/12
Irán, febrero de 1989. Líder de la teocracia que destronó al nefasto sha Reza Pahlevi (“caso histórico en que un régimen sórdido fue reemplazado por otro peor”, palabras de Salman Rushdie), el imán Ruhollah Khomeini lanza desde Teherán su fatwa , un edicto religioso que considera blasfema Los versos satánicos . Su autor ha ganado ya su premio Booker por Hijos de la medianoche , prohibida en India a raíz de un personaje farsesco ( La viuda , por Indira Gandhi). Nacido en Cachemira pocos meses antes de la “partición” de Pakistán, escribe en inglés, vive en Londres desde la adolescencia y Los versos satánicostiene el premio Whitbread al mejor libro del año.
El mundo islámico se extiende desde el norte de Africa hasta el confín del sudeste asiático pero también están las populosas comunidades del hemisferio norte. Las ciudades occidentales han recibido a los comunistas iraníes reprimidos por Khomeini y a millones de inmigrantes islámicos; y Londonistán –el barrio musulmán de Londres– crece cada día. En la ciudad multicultural, la grieta precede a la fatwa: primero es Bradford, Inglaterra, con una quema de copias. Por años no habrá de cesar la inédita ola de anti-americanismo; el actual estallido no se le compara en magnitud. Las principales librerías de Londres (y dos en California) son incendiadas; el traductor al japonés es asesinado y otros traductores, heridos de gravedad; una protesta en Bombay deja doce muertos. Irán rompe relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Un Rushdie demonizado en miles de pancartas recibirá el apoyo clamoroso de numerosos escritores. En sus memorias se destaca el brillante Edward Said, que intercede ante Yasser Arafat. Pero pasa a una clandestinidad forzosa, bajo custodia de la policía británica y sin más cotidianeidad que el cambio cíclico de casas, que él mismo debe procurarse. Se ha convertido en el herejeJoseph Anton .
Londres, 2012. En la librería Foyles Los versos satánicos , hoy traducida a 47 idiomas, está en la mesa de “los veinte libros que uno debe leer antes de morir” y ya se anuncia su nuevo libro, unas memorias cuyo título alude al apodo de fantasía, tomado de los nombres de Conrad y Chejov, con que vivió esa década de reclusión. Escrito en una distanciada tercera persona –porque ese tal Joseph no es él– y sin la exuberancia que era su estilo, cuenta cómo el viajero que acompañó a Bruce Chatwin en su periplo australiano, el cronista de la Nicaragua sandinista, en La sonrisa del jaguar , pasó a la lista negra de British Airways, que se negaba a trasladarlo... El libro, publicado por Mondadori, recoge su formación cosmopolita, la figura de su padre, quien tomó su apellido de Ibn Rushd, el filósofo Averroes, librepensador musulmán nacido en la Andalucía de las tres culturas, en el siglo XII.
“Conforme esa nueva vida llegaba a su cuarto año –leemos–-, a menudo se sentía como ese viajero borgiano imaginario, aislado en el espacio y tiempo” –se refiere al relato Las ruinas circulares . No es este su único homenaje a Jorge Luis Borges, quien reaparecerá en nuestra charla. El autor narra el encierro y otros cataclismos: la dificultad de ser un padre normal, la cadena de desastres conyugales –en especial crucificadas, su segunda mujer, la novelista Marianne Wiggins, y la cuarta, la presentadora televisiva Padma Lakshmi, un sueño de Bollywood. Un buen día de 1998, una vez revocada la fatwa en Teherán y siguiendo las piernas interminables de Padma, el escritor emigró a California. Hace unos 12 años que es profesor en los Estados Unidos, actualmente en la universidad Emory de Atlanta. Vive en Union Square, en Manhattan.
La conversación que se reproduce en estas páginas tuvo lugar el 5 de septiembre en la oficina de su agente literario en el barrio de Bloomsbury, Londres, muy cerca de donde solía reunirse el círculo de Virginia Woolf.
Rushdie tiene un decir suave, encantador, en el que se intuye una alegre veta frívola. Los ojos siempre entornados –pese a una operación de párpados debido a una atrofia muscular– le dan un aire soñoliento. Pero su réplica es contundente ante cualquier relativismo cultural. Cuando le pregunte por las irritantes caricaturas “de muy mala fe”, responderá: “Mire, yo no voy a hacerme cargo del grotesco personaje en que quisieron convertirme durante años…” Su libro fue lanzado en 16 idiomas.
- En sus memorias se muestra sorprendido al estallar el escándalo. ¿Ignorábamos el mundo en el que estábamos viviendo?
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-No, es que en 1989 el mundo estaba convirtiéndose en el que luego ha sido. Ya se habían producido incidentes semejantes contra autores en el mundo islámico: acusaciones de blasfemia e insultos. Incluso el premio Nobel egipcio Naguib Mafouz había sido acusado antes; en 1994 fue acuchillado por defenderme. Pero no se habían difundido fuera de la esfera árabe y del idioma farsi. Para serle franco, nunca me vi como un escritor musulmán. Soy indio, vengo de una familia musulmana aunque mi padre no era observante. Siempre me sentí un autor indio laico. Además en Los versos...la religión es un tema muy secundario. Sí, no me la vi venir… Suponía que a los lectores conservadores y religiosos no les gustaría mi mirada disidente.
-¿Imaginaba que el repudio escalaría en las colectividades islámicas de Occidente?
-Se trata de una novela literaria de seiscientas páginas. Intuía que habría debate, que algunos se levantarían contra el libro pero no me molestaba. Una de las cosas útiles de un libro es que fuerza el debate difícil, obliga a afrontar aspectos culturales espinosos. Eso es algo normal en las sociedades abiertas. De no haber sido por el edicto iraní, eso era lo que estaba ocurriendo. A menudo pienso que si Khomeini se hubiera muerto seis meses antes o el libro hubiera salido un año después, no tendría estas conversaciones.
- Usted cuenta que escribió “
Los versos”
para explorar “cómo entra la novedad en el mundo”. ¿Qué entró con el affair Rushdie?
- La primera fue el estallido del discurso político religioso. En 1989 muchos líderes políticos vieron en mí la gran ocasión para cambiar el curso del debate y medrar con el tema religioso en su propio provecho. Culturalmente fue un retroceso.
-Hoy hay una cantidad de libros que analizan su caso. Algunos lo incluyen en la línea del caso Dreyfus –el capitán francés de origen judío injustamente acusado en 1894 de ser espía alemán–, una encrucijada en la historia de las ideas. Otros sostienen que allí se globaliza la Jihad, pues galvanizó al espectro islámico.
-No me halaga esta interpretación. La Jihad estalló por el sentimiento anti-americano antes que por mi novela. Una de las cuestiones interesantes sobre el origen del islamismo es que es la única de las grandes religiones de la que tenemos registro histórico sólido. Se conoce la vida del profeta, su familia, su inicial trabajo como comerciante, las condiciones socioeconómicas de la región; podemos ver la manera en que el texto del Corán surge de esa cultura. Es triste que el dogma ideológico sea tan poderoso como para prohibir estudiar la historia presente en el Corán, pues como se trata de la palabra de Dios, la historia no importa. El núcleo del debate, pues, es la distinción entre una mente formada en lo sagrado y otra formada en lo profano.
-Lo que se objetó son sueños, ficción dentro de la ficción.
-Mirado hoy parece el absurdo mismo. La casi totalidad de quienes condenaban el libro no lo habían leído ni visto siquiera. Muchos hasta se jactaban de ello. ¿Cómo era la cuestión, entonces? ¿No iban a leerlo porque era un libro malvado, o sabían que era malvado porque no lo leerían…? La razón de Joseph Anton es que nadie sabe lo que viví por esos años. ¿Cómo era la vida de ese autor y su familia, inmersos en la pesadilla del absurdo? Cuando la gente ve una historia humana, accede a una dimensión mayor que la ideología y la fe. Algunos lectores no se sentirán involucrados pero cuando uno ve cómo resultó para un ser humano, cambia el juicio… Así funcionó siempre la novela, en la escala humana.
-¿El libro hará cambiar de idea a un activista?
-No me importa… Con franqueza, uno termina acostumbrándose a ser objeto de prejuicio de algunos; y bueno, a mí ellos tampoco me gustan, así que… -El islam ortodoxo entiende el laicismo como dominación occidental. ¿No hemos perdido lazos con la subjetividad religiosa?
-La formación de las religiones es un estadio más temprano de la evolución intelectual y moral de la humanidad. Desarrollamos ideas religiosas cuando conocíamos mucho menos nuestra circunstancia. No sabíamos de dónde veníamos y las religiones fueron creadas para respondernos sobre el origen. Su segunda razón de ser son las cuestiones éticas: ¿cuál es la diferencia entre el bien y el mal? Las religiones son un tramo de esa incesante indagación filosófica. Ahora sabemos que no fuimos creados en seis días y que las diversas versiones sobre el origen son inexactas, aunque podemos admirar su belleza. Podemos ver en el Génesis una teoría bella pero inexacta. En cuanto a la ética, la religión tiende a ser anacrónica. Nuestra moral ha cambiado. Yo prefiero vivir en este mundo donde discutimos sobre lo que está bien o mal, antes que en un mundo donde eso me lo dicta un ayatollah o un arzobispo. No quiero que me sirvan la moral en bandeja. Fíjese en esto: en la antigua mitología nórdica existe la hermosa imagen de los dioses retirándose de la humanidad. Hay un período en que ellos reinan pero luego llega su ocaso y la humanidad debe arreglárselas sola. Algo análogo existe en la mitología romana.
-Entonces la ciencia es incompatible con el sentimiento religioso.
-Bueno, depende. Claro que hay científicos que aún lo reclaman. Siempre recuerdo el testimonio de Neil Armstrong: desde la luna, vio un circulito colorido y comprendió que era la Tierra, tan pequeña que quedaba oculta si él levantaba el pulgar. Creo que es una bella imagen que podría inspirarnos humildad sobre nuestro lugar en el universo. No somos el centro de la creación, somos un puntito que se puede ocultar con un pulgar.
- Usted hizo dos retractaciones. En 1990 declaró: “No hay más Dios que Allah y Mahoma es su último profeta”. Su amigo, el escritor inglés Christopher Hitchens, le advirtió que no serviría y que no era muy digno… ¿Cómo examina eso hoy?
- Eso fue programado y nunca me gustó la idea. En cierto momento me dijeron que una disculpa iba a borrar la fatwa y que todo terminaría –¡que si no lo hacía sería todo por mi culpa! Un período de gran desesperación... Eran días de una enorme presión de los políticos. Me decían que yo lo había provocado y por ende, debía arreglarlo. Estaba deprimido y estúpidamente acepté el gesto. ¡Mentira! No soy religioso; fue para hacer las paces y no funcionó. Y encima sentí repugnancia de mí mismo. Sí, conversé mucho con Christopher, quien por supuesto estaba en contra. Pero a la vez, como cuando se toca fondo, uno adquiere el conocimiento de que no volverá a tomar ese camino.
- Usted también fue usado por Occidente. Pensemos en “El choque de las civilizaciones”, el ensayo de Samuel Huntington es de 1993. Del otro lado, se acuñó la noción de la islamofobia.
- ¡Claro que fui usado! Nunca admiré a Huntington por simplista. El presenta la civilización occidental y el islam como entidades monolíticas contrapuestas. El análisis más sencillo demuestra lo dividido que está cada campo. La respuesta occidental también estuvo muy matizada; basta considerar las reacciones cuando se lanzó la guerra contra Irak. Las civilizaciones no son mastodontes que se embisten. Ahora, tampoco hay nada malo en odiar las ideas del otro... Usted tiene el derecho de comunicarme sus ideales nazis y yo tengo el derecho de decirle que son aberrantes. En toda sociedad abierta debe haber debate libre sobre las ideas. Pero otra cosa es atacar a miembros de una comunidad religiosa, inaceptable. No hace falta respetar las ideas de una persona para tratarla con respeto. Hoy día en muchos países occidentales hay grupos que atacan a los individuos por ser musulmanes y eso es espantoso.
- El poder del fundamentalismo crece tras la “primavera árabe”. Pero la Israel de Netanyahu es cada vez más clerical. ¿Hay chance de volver a la tolerancia multicultural?
-La “convivencia” española no era distinta de la Bosnia anterior a la guerra en Yugoslavia, con su mezquita, su sinagoga y su iglesia en distintos ángulos de una misma plaza. Ese tipo de reunión pacífica de las grandes religiones también existió en India durante muchísimos años –pese a los incidentes que luego llevaron a la “partición” de Pakistán. Eso es posible cuando la ciudadanía se aleja del fanatismo, que no existe sólo en el islam sino también en el hinduismo y la cristiandad. Viviendo en los Estados Unidos en un año de elecciones, le aseguro que se advierte el poder del cristianismo extremo. Mi mente se opone por completo a todo eso.
- Christopher Hitchens señaló que en su novela “Shalimar el payaso” ya no hay visiones adánicas, como en “Hijos de la medianoche”, ni lugar para el realismo mágico. ¿Cómo relee esas novelas?
- En los años que precedieron a mi novela Vergüenza , traté de recrear un registro lingüístico que en parte me venía de la tradición oral hindú. Ciertamente, era un inglés que no lo era del todo. Una de las grandes cualidades de este idioma es que permite muchísimas adaptaciones locales. Existen el inglés del Caribe, de Australia, etc. Y formalmente tenía un estilo exuberante. Todo depende del material y varía en cada caso, como en una composición musical. Uno a veces quiere destacar un instrumento sobre el resto, etcétera.
Shalimar debía moverse dentro del realismo. En cada libro me pregunto cuál es el lenguaje adecuado para esa historia, y cuál la mejor forma.
La encantadora de Florencia , una novela histórica, transcurre en el Renacimiento, cuando el estilo era exuberante (piense en Ariosto y suOrlando furioso ). Busqué la textura de lo que se leía en el Renacimiento.
- Usted se definió como un autor indio. ¿Aún vale la noción de las literaturas nacionales, en medio de lanzamientos globales?
Hijos de la medianoche trata sobre el nacimiento de una nación, de manera que ahí se aplicaría.
Vergüenza, sobre la desintegración de una nación. Lo que ocurre es que luego mi vida se desplegó en distintos países y hoy me interesa más indagar cómo distintas partes del mundo se van ensamblando. Cómo este evento de aquí repercute allá. Por eso el inglés es un instrumento maravilloso, un idioma enorme y muy maleable. Tiene más vocabulario que los demás. Y la consecuencia de que se haya desplegado por todo el planeta es que ya no es un idioma nacional; de hecho, está entre los idiomas nacionales de India. El inglés ha sido domesticado, metamorfoseado por las comunidades y escritores en el mundo entero.
-”Joseph Anton” evoca al viajero de ‘Las ruinas circulares’ y a un fotógrafo que le enseñó a usted la imposibilidad de fotografiar la Pampa. En su novela maldita hay un bello homenaje a Guillermo Hudson y una estancia argentina con un cuchillero y peronistas acechantes.
- No conozco la Pampa. Pero la abuela de mi primera mujer era anglo-argentina y ellos tenían una gran estancia allí; se llamaba Las Petacas. Ya anciana, ella me eligió como depositario de esas historias y luego se convirtió en modelo para el personaje de Rosa Diamond, en ese mundo perdido de los viejos brits de Argentina. Eso se conectó con mis lecturas de Hudson y Borges, claro. Luego disfruté mi visita a Buenos Aires, que conocí en paseos con María Kodama. Me emocionó ver la biblioteca de Borges, no sólo por el singular corte de literatura británica que encontré, Stevenson, Kipling... Me encantó visitar la sala compuesta por enciclopedias, que él coleccionaba. Sin duda, Borges fue una de mis mayores y más tempranas influencias. Leer la primera edición de Ficciones en inglés produjo una pequeña explosión en mi cabeza.

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