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sábado, 14 de abril de 2012

Primeiro post de Generacíon Y / Yoany Sánchez

Carteles sí, pero sólo sobre pelota

    1_04.jpgPost de 9 de abril de 2007
Por estos días el país vive una fiebre beisbolera a partir de los últimos partidos correspondientes al Play Off de la serie nacional. Los industrialistas visten de azul, mientras que el rojo es el color de quienes le van a Santiago de Cuba. En numerosos balcones, puertas y muros se leen carteles como “Industriales Campeón” o “Santiago es mucho Santiago”. A los militantes del Partido les han orientado que durante los juegos en el gran estadio Latinoamericano deben evitar que se grite despectivamente la palabra “palestinos” para referirse a los jugadores del equipo oriental. Mientras que el despliegue policial dentro y alrededor del propio estadio sólo es comparable con el ocurrido durante la Cumbre de Países no Alineados en septiembre último.
Hasta yo, que no comparto la pasión beisbolera, veo los partidos transmitidos en la TV y salto cuando anotan los leones industriales. Sin embargo, no dejo de notar que durante estos días la pelota nos sumerge en un sopor irreal y que hasta la aparición de los tolerados carteles es un paréntesis, un permiso temporal, del que no podremos hacer uso para otros temas. Me puedo imaginar qué pasará si una vez concluida la final cuelgo en mi balcón un mínimo papel que diga: “Sí al etanol” o “Internet para todos”.

quarta-feira, 15 de fevereiro de 2012

El otro PAPA


El otro Papa

Imagen tomada de radiomambi710.univision.com/
Imagen tomada de radiomambi710.univision.com/
Faltan semanas para que el Papa Joseph Ratzinger llegue a Cuba y, sin embargo, ya se respira algo de incienso en la distancia. En un país donde muchos de los que rezan por el día en la Iglesias encienden en la noche velas a una deidad africana, la visita de su Santidad despierta entusiasmo, pero también curiosidad. Los católicos preparan sus liturgias y sus pompas para recibir a Benedicto XVI, mientras otros tantos se preguntan si su llegada traerá alguna transformación significativa en la situación política o social de la nación. La gente quiere creer que el Santo Padre vendrá a impulsar el proceso de reformas raulistas, imprimiéndole mayor velocidad y profundidad. Los más ilusos hasta sueñan con que la máxima figura del Vaticano logre lo que lo debería lograr la rebeldía popular: un verdadero cambio.
Hay demasiadas diferencias entre este mes de marzo en que aterrizará su Santidad en el aeropuerto de La Habana y aquel enero de 1998 cuando lo hizo Juan Pablo II. Quien fuera conocido también como el “Papa viajero” vino precedido por historias que lo relacionaban con la caída de los regímenes de Europa del Este.  Ratzinger, por su parte, arribará en un momento en que ya hay toda una generación de cubanos que nació con posterioridad al Muro de Berlín y que ni siquiera sabe lo que significan las siglas URSS. A finales de los años noventa, Karol Wojtyla nos encendió el corazón -incluso a los agnósticos como yo- diciendo más de una docena de veces la palabra “libertad” en la Plaza de la Revolución. Pero ahora la apatía y el desánimo harán más difícil que las frases de Ratzinger movilicen la misma emoción. Su visita será más bien un pálido reflejo de aquella otra, porque ya no somos los mismos ni es el mismo Papa.

terça-feira, 3 de janeiro de 2012

Uma homenagem aos comentaristas

No es la misma agua


Cae agua desde los balcones. Son las doce de la noche y cataratas sonoras se precipitan desde las ventanas, desde las puertas que dan a la calle y los patinejos. Es el líquido sobrante de un lento fregado, el residuo de un baño nacional hecho a golpe de jarrito y sin jabón. El cuerpo del país mal lavado, con churre aquí, frustraciones allá, oliendo a sudor pero aún así con la coquetería de echarse talco en las axilas, perfume por encima del hedor, con el pañuelo de guapo secándose la frente. Si ese torrente de medianoche hablara, si en lugar de terminar sobre el asfalto y salpicar a los curiosos, dijera algo. Sería un grito, un estertor. El agua ha sido el ingrediente permanente de cada 31 de diciembre, el más constante. Cuando faltaba el cerdo, los tomates, cuando incluso una libra de arroz costaba la mitad de un salario mensual, teníamos todavía tan elemental y complejo líquido para descargar con él la ira, la frustración, el miedo. Los padres esparcían la comida sobre el plato, la regaban para que pareciera más, pero a la hora de tomar el cubo y lanzar su contenido hacia la oscuridad no escatimaban. Iba repleto, rebosado, como nuestro hastío.
Hace unos días un científico de blanquísima bata explicaba en la televisión que el agua tiene memoria, guarda las impresiones y las huellas de lo que tuvo cerca. Así, los chorros que discurren cada noche de San Silvestre por nuestras fachadas, nos delatan. Si se les pusiera bajo el ojo escrutador de un microscopio revelarían partículas en forma de remo, balsa, moléculas que han adoptado el perfil de una máscara, de un carnet rojo que algunos prefieren esconder en el fondo de una gaveta. Tiene nuestro rictus de por la mañana, el sonido de los nudillos en el lavadero, el borboteo del hervor donde se prepara la tisana. Cada gota de esa sustancia es el informe más completo que se puede escribir hoy sobre todos nosotros. El viaje por las cañerías, las oxidadas y agujeradas de algunos; las nuevas de plástico y teflón de otros. El grifo que se abre de un solo toque o aquel otro remendado con alambre para que no lagrimee por la madrugada. Y, después, cayendo sobre los platos de metal combado que tienen muchos o atomizada por la presión encima de la impoluta vajilla de alguna casa en Atabey.
El niño que se baña dentro de una palangana porque la enjabonadura que suelta tendrá que usarse para limpiar el suelo, y el jubilado de espalda doblada que arrastra la carretilla con tanques desde el hidrante hasta el cuartucho donde vive. Los chorros del jacuzzi de algún hotel, la quietud de las ondas azuladas en una de esas piscinas que sólo se pueden ver desde Google Earth, de tan escondidas tras el seto de marpacífico y el perro guardián de ciertas residencias. No es la misma agua. Secándose en un charco donde la beberá un perro callejero, haciendo una mancha de humedad en aquel techo que no aguantará un año más antes de desplomarse. Aquella que dentro de un vaso hace círculos concéntricos provocados por la voz del interrogador en alguna celda de Villa Marista. ¿Quiere tomar algo? ¿Tiene sed? Pregunta, y el reo sabe que un sorbo de “aquello” quizás lo ponga a cantar como un ruiseñor o le dé una apretazón dolorosa en el pecho. Pero está también la otra, fría y con hielo que nos brindan nada más entrar a la casa de un amigo. El recién llegado quiere averiguar si es hervida, por aquello de las amebas que no se le quitan desde hace años, pero prefiere el riesgo antes que mostrar su desconfianza. El agua con miel y clara de huevo que nos moja los pies en cualquier portal de la calle Reina, porque lo “malo” hay que tirarlo afuera, ponerlo de patitas en la calle o de gotitas en la calle, da igual.
Y entonces, al unísono, sin haber sido orientado ni ordenado por nadie, tomamos una vasija, un cubo y esperamos que el reloj marque las doce. El rito más cronometrado y libre que hacemos cada año, el bautizo con el que tratamos de que esta Isla quede lista para los doce nuevos meses que la aguardan. Pero el agua no alcanza, no basta para limpiar y expulsar los residuos acumulados. La purificación dista mucho de ser completa. Tenemos que repetirla cada 31 de diciembre, afanarnos por lograr vaciar el contenido de nuestros recipientes justo en el segundo en que empieza el nuevo día. Los charcos allá abajo nos siguen denunciando, el torrente habla y en esos diminutos átomos de hidrógeno y oxígeno queda la huella de lo que deseamos. La relación más completa de nuestras aspiraciones desaparecerá en la mañana, se secará nada más salga el sol

sexta-feira, 30 de setembro de 2011

Delitos de cuello verde

Delitos de cuello verde


www.desdecuba.com/generaciony
A narrativa de Yoany Sanchez lembra um pouco do Brasil que conhecemos...

"El más reciente episodio de la podredumbre moral en el sector empresarial, está relacionado con el publicitado cable de fibra óptica que nos enlaza con Venezuela.  Anunciado desde 2008, sólo llegó a nuestras costas en febrero de este año, bajo la mirada ansiosa de 11 millones de ciudadanos que sueñan con poder conectarse masivamente a Internet. Después de varias postergaciones, se había señalado el pasado mes de julio como fecha para que comenzara a funcionar. Entre rumores callejeros, despachos de agencias extranjeras y testimonios de trabajadores de la única empresa de telefonía permitida en el país, hemos sabido que el cable es un fracaso..."