Esta vez no resultaron ni los engaños, ni el miedo. Como una mujer largamente amenazada por el marido abusador, Venezuela le ha dado un portazo al chavismo y lo ha hecho con determinación. A partir de ahora, para Nicolás Maduro será un calvario gobernar. Con un partido en absoluta desventaja en el parlamento, al sucesor de Hugo Chávez sólo le queda violar sus propias leyes para imponer la voluntad presidencial.
El pueblo, ese mismo pueblo que el presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) invoca desde la tribuna para justificar sus tropelías, ha dicho no al socialismo del siglo XXI y al proyecto de país promovido por el oficialismo. Una negativa rotunda contra una fuerza política bajo cuya gestión la nación sudamericana se ha hundido en la inseguridad, la escasez, la corrupción y la más insostenible polarización.
El hartazgo llegó. La gente se cansó de tanto discurso crispado, del miedo en las calles, de la emigración constante de los jóvenes y de una inestabilidad que lo roe todo y que en el último año se ha agravado. Los electores también han penalizado con sus votos a un partido que no ha sabido gobernar para todos, sino sólo para una parte de la sociedad, a la que ha azuzado sistemáticamente contra quienes piensan diferente.
Con la herramienta de las urnas en sus manos, los venezolanos han impulsado un cambio de manera pacífica, sin pisar la trampa de la violencia
Con la herramienta de las urnas en sus manos, los venezolanos han impulsado un cambio de manera pacífica, sin pisar la trampa de la violencia ni emprender una revolución armada. Maduro ha recogido así los frutos de su pésima gestión. Sus declaraciones previas a los comicios, entre las que incluyó la amenaza de luchar desde las calles si su partido era derrotado, sólo le agregaron determinación a una decisión social que ya estaba tomada. Con sus palabras, terminó cavando la tumba de su propio ejecutivo.
Porque hay un momento en que el abusado se percata de que el abusador sólo es otro ser humano frágil, al que se le puede derrotar. Ese instante llegó para la población venezolana este 6 de diciembre, al demostrar con su voto que el chavismo no es eterno ni popular. Lo ocurrido confirma la pérdida de ese temor que un autoritarismo de 17 años había impregnado al país, esa enfermiza relación de dependencia y miedo con la que quiso mantener paralizados a sus ciudadanos.
Los resultados electorales también van contra la Plaza de la Revolución de La Habana. En los oscuros entresijos de ese poder que lleva más de cinco décadas sin convocar elecciones, se moldeó la figura de Hugo Chávez y se intentó hacer lo mismo con Nicolás Maduro. Pero les ha salido mal la jugada, porque se toparon con una población que ha reaccionado, una oposición que ha sabido unirse a pesar de las diferencias y una comunidad internacional que cerró filas en las críticas contra los métodos del PSUV.
El eje financiado desde Miraflores y simbolizado por la bravuconería política de Chávez y la mediocre prepotencia del actual presidente, empieza a desarmarse. Venezuela ya ve la salida y acarrea tras de sí a una isla que aún no se atreve a parar el golpe de un Gobierno abusador, cerrarle la puerta y dejarlo fuera del futuro nacional
Con la publicación de la Gaceta Oficial No. 31, muchas han sido las opiniones publicadas sobre el indulto otorgado a 3.522 presos antes de la visita del papa Francisco. La mayoría de las críticas se han dirigido al hecho de que entre los beneficiados no se incluyan condenados por motivaciones políticas. Sin embargo, al repasar la relación de prisioneros a excarcelar, otro elemento salta a la vista.
Al menos 411 de los indultados llevan nombres que comienzan con “i griega”, lo que significa más de un 11 por ciento de la cifra total. Se podría asegurar que se trata de personas que tienen entre 20 y 45 años, pues desde principios de la década del setenta y hasta entrados los años noventa estuvo de moda en Cuba llamar a los hijos con la penúltima letra del abecedario. Estamos en presencia entonces de “el hombre nuevo”, ese ser que nació y creció en una sociedad que se sentía parte de la “utopía”, vivió bajo el subsidio soviético y el excesivo adoctrinamiento ideológico. ¿Cómo es posible que tanta de esa arcilla humana haya terminado tras las rejas?
¿Cómo es posible que tanta de esa arcilla humana haya terminado tras las rejas?
Carne de laboratorio social y piel de prisión, la Generación Y está muy alejada de lo que se proyectó para ella. Le ha tocado vivir un país diferente al que le prometieron, y para sobrevivir en esa jungla ha tenido que hacer todo lo contrario de lo que le enseñaron. Aunque el listado de los presos a liberar no incluye el delito por el que fue juzgado cada uno, es fácil aventurar qué llevó a muchos de esos hombres y mujeres de la utopía a terminar en una celda.
Quizás esté entre ellos Yoandis el que mató una vaca para dar de comer a su familia o Yuniesqui quien robó combustible de la empresa para revenderlo en el mercado ilegal y compensar su bajo salario. ¿Quién sabe si alguna Yordanka a la que la violencia de género le hizo tomar el camino de la venganza marital, se encuentra también en esa relación? ¿O Yusimí, la que aprendió desde pequeña en el solar donde vivía que era mejor golpear primero que golpear dos veces? De pioneritos con pañoletas de colores, pasaron a ser reos de uniforme gris; de la Cuba de los manuales de marxismo cayeron en el país real.
Una generación atrapada por las circunstancias, obligada muchas veces a delinquir, empujada otras a escapar y condenada a las pocas oportunidades. Las 411 familias de estos hijos del experimento cubano estarán por estos días aliviadas de verlos retornar, al igual que los parientes del resto de los indultados. Pero, la sociedad que encontrarán al traspasar las rejas sigue desmintiendo aquella que una vez les explicaron frente a las pizarras y en los matutinos. La cárcel ha sido parte de la alquimia social que les ha tocado.
Hace unos años conocí a un corresponsal extranjero radicado en Cuba que contaba una anécdota absurda y reveladora. El Centro de Prensa Internacional (CPI) lo había llamado para amonestarlo sobre el contenido de un artículo. Al recibir la citación no se sorprendió, pues tales llamadas de advertencia son práctica habitual de esa entidad encargada del registro y control de los periodistas extranjeros que viven en la Isla. Tampoco podía negarse a asistir, pues del CPI depende la expedición de credenciales para hacer desde un reportaje en una reserva natural hasta una entrevista a un ministro. Así que allá fue.
El periodista llegó al edificio de la céntrica calle 23, donde radica el CPI, y fue conducido a una oficina con dos hombres de semblante molesto. Después de brindarle café y hablar de otros temas, pasaron al grano. Reprochaban al periodista un reportaje donde había mencionado a Cuba como "la Isla comunista". La sorpresa del corresponsal fue mayúscula, pues los anteriores llamados de atención que había recibido eran por "reportar sólo lo malo de la realidad cubana" o "no tratar con respeto a los líderes de la Revolución", pero nunca imaginó que esta vez lo iban a regañar por todo lo contrario.
Pues sí, a los censores que leen minuciosamente los cables que redactan las agencias extranjeras, no les había gustado nada el uso del adjetivo "comunista" para caracterizar a nuestro país. "¿Pero aquí gobierna el Partido Comunista, verdad?", preguntó incrédulo el reportero. "Sí, pero tú sabes que esa palabra luce mal, no nos ayuda", le respondió el funcionario de mayor rango. El hombre se quedó con la boca abierta unos segundos mientras trataba de comprender lo que decían y encontraba una respuesta que no fuera una sonora carcajada.
El corresponsal sabía que molestar al CPI podía traer más que un simple tirón de orejas. En las manos de esa institución están también los permisos para que los periodistas foráneos puedan importar un auto, alquilar una casa y –en aquel momento– hasta comprar un aire acondicionado para su habitación. El dilema que tenía como informador era ceder y no volver a escribir "la Isla comunista" o entrar en un conflicto con la institución, donde él tenía todas las de perder.
Los mecanismos de control sobre la prensa extranjera van más allá de los llamados de atención del CPI. Basta que un corresponsal contraiga matrimonio en la Isla, cree una familia en esta tierra, para que su objetividad pase a estar en duda. Los órganos de inteligencia saben como tirar de los hilos del temor que provoca cualquier daño o presión sobre un ser querido. De esa manera logran atemperar el grado de crítica de esos corresponsales "aplatanados" en Cuba. Las prebendas constituyen también una atractiva zanahoria para no tocar en sus artículos ciertos temas espinosos.
Conozco a una periodista extranjera que cada vez que escribe una nota de prensa sobre la disidencia cubana, agrega un párrafo donde aclara que "el Gobierno considera a esta oposición creada y asalariada desde Washington"... Sin embargo, a sus textos les falta una frase que podría darle otro punto de vista a los lectores y que se resume en comunicar que "la disidencia cubana considera al Gobierno de la Isla una dictadura totalitaria que no se ha sometido al escrutinio de las urnas". De esa manera, quienes consulten la nota periodística podrían sacar sus propias conclusiones. Lamentablemente el objetivo de corresponsales como ella no es informar, sino imponer una matriz de opinión tan estereotipada como falsa.
Las agencias de prensa necesitan reforzar y revisar asiduamente sus códigos éticos cuando de Cuba se trata. Deberían regular el tiempo de estancia en la Isla de sus representantes, porque cuando pasan largos años aquí crean vínculos afectivos que pueden convertirse en el objetivo de chantajes y presiones desde el oficialismo. Un examen de objetividad –de vez en cuando– no vendría nada mal, dada la posible coacción o síndrome de Estocolmo que podrían sufrir sus empleados. La credibilidad de un gigante de la información depende en ocasiones de un individuo que valora más el nuevo auto importado o a su joven y bella pareja cubana, que el compromiso con el periodismo.
¡Cuidado agencias de prensa extranjeras! Sus representantes en estas tierras están siempre en peligro de convertirse en rehenes, primero, y luego en colaboradores del oficialismo.
Para una célula es difícil mantenerse sana en un organismo enfermo.En una sociedad ineficiente, una burbuja de funcionalidad estallaría. Así mismo, no pueden potenciarse ciertos valores éticos –seleccionados y filtrados- en medio de una debacle de integridad moral. Rescatar códigos de conducta social, implica aceptar también aquellos que desentonen con la ideología imperante.
Desde los medios oficiales, nos llaman ahora a recuperar los valores perdidos. Según la versión de comentaristas televisivos, la responsabilidad del deterioro recae fundamentalmente sobre la familia, una parte en la escuela… y ninguna sobre el gobierno. Hablan de mala educación, groserías, falta de solidaridad y extensión de malos hábitos como el robo, la mentira y la indolencia. En un país donde por medio siglo el sistema educativo, toda la prensa y los mecanismos de producción y distribución cultural, han sido monopolios de un único partido, vale la pena preguntarse ¿de dónde ha surgido tal depauperación?
Recuerdo que cuando niña nadie se atrevía a dirigirse a otro con el calificativo de “señor”, porque resultaba un rezago burgués. Como el vocativo “compañero” se asociaba a una posición ideológica, muchos comenzamos a llamarnos entonces con nuevas formas. “primo”, “joven”, “oye tú”, “puro”… y una larga lista de frases que derivaron en fórmulas vulgares. Ahora se quejan en la TV de que somos soeces a la hora de dirigirnos a otros, pero… ¿quién empezó ese deterioro?
El sistema cubano apostó por la ingeniería social, y jugueteó con la alquimia individual y colectiva. El ejemplo más acabado de ese fallido laboratorio fue el llamado “hombre nuevo”. EseHomus Cubanis crecería supuestamente en el sacrificio, la obediencia y la fidelidad. La uniformidad era incompatible con las particularidades éticas de cada hogar. Así que para lograrla, a millones de cubanos nos alejaron –siempre que pudieron- del entorno familiar.
Íbamos al círculo infantil con apenas 45 días de nacidos, los campamentos pioneriles nos recibían después de aprender las primeras letras, partíamos hacia las escuelas al campo recién terminada la infancia y pasábamos nuestra adolescencia en un preuniversitario en medio de la nada. El Estado creía que podía sustituir el papel formador de nuestros padres, pensó que lograría cambiar los valores que traíamos de casa por un nuevo código de moral comunista. Pero la criatura resultante distó mucho de lo planificado. Ni siquiera llegamos a convertirnos en un “hombre bueno”.
La emprendieron también contra la religión, pasando por alto que en sus disímiles credos se transmiten parte de los valores éticos y morales que moldearon la civilización humana y nuestras propias costumbres nacionales. Nos hicieron denigrar a los diferentes, insultar con obscenidades a los presidentes de otros países, burlarnos de figuras históricas del pasado, sacar la lengua o lanzar la trompetilla al pasar por una embajada foránea. Nos inculcaron la “promiscuidad revolucionaria” que ellos mismos ya practicaban desde la Sierra Maestra y nos incitaron a reírnos de quienes hablaban bien, tenían una amplia cultura o mostraban algún tipo de refinamiento. Esto último nos fue enseñado con tanta intensidad, que muchos fingíamos hablar vulgarmente, dejar de pronunciar algunas sílabas o nos callábamos nuestras lecturas, para que nadie se diera cuenta que éramos “unos bichos raros” o potencialmente unos “contrarrevolucionarios”.
Un hombre –desde la tribuna- nos estuvo gritando por cincuenta años. Sus diatribas, su odio, su incapacidad para escuchar calmadamente un argumento en contra, fueron las “modélicas” posturas que aprendimos en la escuela. Él, nos infundió la algarabía, la crispación constante y el dedo índice autoritario para dirigirnos a los otros. Él –que creía saber de todo cuando en realidad sabía de muy poco- nos transmitió la soberbia, el no pedir disculpas y la mentira, ese engaño de los pícaros y los timadores que se le daba tan bien.
Ahora, cuando el cuadro ético de la nación parece un espejo hecho trizas contra el suelo, llaman a la familia a repararlo. Nos piden que formemos valores en casa y que transmitamos orden y disciplina a nuestros hijos. Pero ¿cómo hacerlo? Si nosotros mismos fuimos moldeados en el irrespeto a todos esos códigos. ¿Cómo hacerlo? Si ni siquiera ha existido un proceso de autocrítica desde el poder, donde aquellos que jugaron a la ingeniería social con nuestra vidas reconozcan lo que hicieron.
Los códigos éticos no se recomponen tan fácilmente. Una moralidad devaluada por el discurso público, no puede reponerse de la noche a la mañana. Y ahora ¿cómo vamos a arreglar todo este desastre?
Terminal 3 del Aeropuerto Internacional José Martí
Esta vez no ha podido entrar a la terminal para verlo partir. Un letrero advierte que al interior del Aeropuerto José Martí sólo pueden acceder los viajeros, no sus acompañantes. Así que le ha dicho adiós en la puerta. Es el segundo hijo que se le marcha desde que hace un año se implementara la Reforma Migratoria. Para ella, como para tantos cubanos, ha sido un año de despedidas.
En los primeros diez meses de 2013 unas 184,787 personas viajaron fuera de la Isla.Muchas de ellas lo hacían por primera vez. Aunque las declaraciones oficiales tratan de desmentir que el país huye, más de la mitad de los viajeros no habían retornado al concluir noviembre. Tampoco hacen falta los números. Basta con que cada uno de nosotros mire a su alrededor para cuantificar las ausencias.
Desde el punto de vista personal y familiar cada viaje puede transformar una vida. Ya sea escapando definitivamente del país donde no se quiere vivir, conociendo lo que existe al otro lado, reencontrando a parientes o simplemente alejándose un tiempo de la rutina cotidiana. La pregunta es si la suma de todas esas metamorfosis individuales sirve para cambiar una nación. La respuesta –como tantas cosas en este mundo- puede ser un “sí” y también un “no”.
En el caso de Cuba, las salidas han actuado en parte como válvula de escape a la inconformidad. El sector más rebelde de la sociedad hizo las maletas para salir un breve o un largo tiempo. El gobierno se aprovechó de eso y además de los beneficios materiales de los viajes, que se concretaron en más remesas enviadas, más artículos de consumo importados y más impuestos aeroportuarios cobrados. La industria sin chimeneas de la migración.
Para los activistas de la sociedad civil que realizaron giras internacionales, la oportunidad fue extraordinaria. Colocar sus voces en escenarios donde antes sólo se escuchaba al oficialismo, ya significó un buen paso adelante. Han podido acercarse a las temáticas que debate el mundo actual y eso les ha ayudado a modernizar enfoques, definir mejor su papel cívico e insertarse en tendencias que trascienden las fronteras nacionales. El resultado no es mágico ni inmediato, pero sí positivo.
Durante todo este tiempo, sin embargo, se le negó a los ex prisioneros de la Primavera Negra viajar fuera del país. También las cifras de exiliados impedidos de entrar en Cuba se mantuvieron con una tendencia al alza. Lamentablemente después de los grandes titulares anunciando el Decreto-Ley 302, estos dramas no encontraron eco suficiente en la prensa ni en los organismos internacionales.
Una buen parte de la población aún no puede costearse un pasaporte. Para todos esos cubanos, la Reforma Migratoria sólo transcurrió en la vida de otros, en las pantallas de la televisión o en las páginas de los periódicos. Coincidentemente es el mismo sector que aún no ha podido sacarse una línea de móvil, hospedarse en un hotel o asomarse siquiera al mercado de casas y autos. Son los cubanos sin pesos convertibles.
Así que 2013 fue una mezcla de maletas, despedidas, retornos, nombres tachados de las agendas telefónicas, suspiros, largas filas a las afueras de los consulados, reencuentros, anuncios de casas en venta para pagar boletos de avión… Un año para partir y un año para quedarse.
La señora cuenta las monedas antes de salir de casa: tiene cincuenta y cinco centavos de pesos convertibles. Es el equivalente al salario de toda una jornada laboral y apenas si ocupa una pequeña parte de su bolsillo. Ya sabe qué va a comprar… lo mismo de siempre. Tiene para dos cuadritos concentrados de sopa con sabor a pollo y para un jabón de baño. De manera que ocho horas de trabajo le servirán sólo para darle gusto al arroz y lograr un poco de espuma en el baño. Pertenece a esa Cuba que aún calcula cada precio a partir de la moneda nacional, a una parte del país que carece de remesas, privilegios, familiares en el extranjero, negocios privados o entradas ilegales.
Justo antes de llegar a la tienda para comprar sus cubitos Maggi, se queda mirando a los que toman cerveza en la cafetería. Cada lata de esa refrescante bebida equivale a dos jornadas de trabajo. Sin embargo el lugar esta lleno, abarrotado de parejas o grupos de hombres que hablan alto, beben, degustan algún entremés. Es la otra Cuba, con moneda fuerte, con parientes en el extranjero, con empresas por cuenta propia o alguna entrada económica ilícita. El abismo entre ambas es tal, el divorcio tan mayúsculo que parecen discurrir sin tocarse. Tienen miedos propios, sueños diferentes.
Cuando esta semana se anunció el principio de un cronograma para erradicar la dualidad monetaria, los dos países que convergen en esta Isla reaccionaron de forma diferente. La Cuba que sólo vive de sus mísero salario sintió que al fin se le empezaba a poner fecha final a una injusticia. Son aquellos que no pueden siquiera imprimir una foto del día de su cumpleaños, costearse un taxi colectivo ni imaginarse viajando a ningún lado. Para ellos, todo proceso de unificación de las monedas sólo entraña esperanzas, pues ya no podrían estar peor que ahora. El otro país en pesos convertibles recibió la noticia con mayor cautela. ¿A cuánto quedará la relación cambiaria con el dólar o el euro? ¿Cuánto se devaluará el poder adquisitivo de los que hoy viven mejor?… pensó con pragmatismo.
En una sociedad donde los abismos sociales son cada vez más insondables y las desigualdades económicas se acrecientan, ninguna medida ayuda a todos, ninguna flexibilización le haca la vida mejor a cada cual. Veinte años de esquizofrenia monetaria han creado también dos hemisferios, dos mundos. Habrá que ver si un simple cambio de billetes podrá aproximar esos dos países que están incluidos en nuestra realidad, acercar esas dos dimensiones. Lograr que la señora que come -casi siempre- arroz con cuadrito de sopa, pueda un día sentarse en la cafetería y pedir una cerveza.
Faz uns anos, quando saí pela primeira vez de Cuba, eu estava num trem que saía de Berlim para o norte. Uma Berlim já reunificada, porém que ainda conservava fragmentos dessa feia cicatriz que foi aquele muro que dividiu uma nação. No vagão daquele trem e enquanto me lembrava do meu pai e meu avô ambos ferroviários, os quais teriam dado qualquer coisa para viajar nessa maravilha de vagões e locomotiva, entabulei uma conversação com um jovem que ia sentado frente a mim. Depois da primeira troca de cumprimentos, de maltratar o idioma alemão com um pequeno “Guten Tag” e esclarecer que “Ich spreche ein bisschen Deutsch”, o homem imediatamente me perguntou de onde eu vinha. De modo que lhe respondi com um “Ich komme aus Kuba”. Como sempre ocorre depois da frase de que alguém vem da maior das Antilhas, o interlocutor tratou de demonstrar o muito que sabia sobre nosso país. Normalmente durante essa viagem me encontrava com gente que dizia “ha… Cuba, sim, Varadeiro, rum e música salsa”. Também até encontrei um par de casos em que a única referência que pareciam ter sobre nossa nação era o disco “Buena Vista Social Club”, que exatamente nesses anos estava arrasando em popularidade nas listas de músicas mais escutadas. Porém aquele jovem num trem em Berlim me surpreendeu. Diferentemente de outros não me respondeu com um estereótipo turístico ou melódico, foi mais longe. Sua pergunta foi: “És de Cuba? Da Cuba de Fidel ou da Cuba de Miami?
Meu rosto ficou vermelho, esqueci-me completamente do pouco que sabia da língua alemã e lhe respondi no meu melhor espanhol de Centro Havana: “Garoto, eu sou cubana de José Martí”. Aí terminou nossa breve conversação. Não obstante, no resto da viagem e pelo resto da minha vida, tive sempre presente aquele bate papo. Perguntei-me muitas vezes o que teria levado aquele berlinense e tantas outras pessoas no mundo a verem os cubanos de dentro e de fora da Ilha como dois mundos separados, dois mundos irreconciliáveis. A resposta a essa pergunta percorre também parte do trabalho no meu blog Geração Y. Como foi que dividiram nossa nação? Como foi que um governo, um partido, um homem no poder se atribuíram o direito de decidir quem devia ter nossa nacionalidade e quem não? A resposta a essas perguntas vocês sabem muito melhor do que eu. Vocês que viveram a dor do exílio, que partiram na maioria das vezes só com o que tinham em cima. Vocês que deram adeus a familiares, muitos dos quais nunca mais voltaram a ver. Vocês que tratam de preservar Cuba, a única, a indivisível, a completa em vossas mentes e vossos corações.
Porém continuo me perguntando: O que aconteceu? Como foi que o adjetivo pátrio de cubano passou a ser algo só outorgado por considerações ideológicas? Creiam-me, quando alguém nasceu e cresceu com só uma versão da história, uma versão mutilada e conveniente da história, não pode responder essa pergunta. Por sorte sempre é possível despertar da doutrinação. Basta que a cada dia uma pergunta, como ácido corrosivo, entre na cabeça. Basta que não nos conformemos com o que nos disseram. A doutrinação é incompatível com a dúvida, a lavagem cerebral termina justo quando esse mesmo cérebro começa questionar as frases que lhe foram ditas. O processo de despertar é lento, inicia como um estranhamento, como se de repente se visse as costuras da realidade. Assim foi como tudo se iniciou no meu caso. Fui uma pioneirinha normal, como todos vocês sabem. Repeti cada dia nas manhãs da escola primária aquela palavra de ordem: “Pioneiros pelo comunismo, seremos como o Che”. Corri uma infinidade de vezes com a máscara anti-gás debaixo do braço até um refúgio, enquanto meus professores me garantiam que logo seríamos atacados de algum lugar. Acreditei. Um menino sempre crê no que os adultos dizem. Porém havia muitas coisas que não encaixavam. Todo processo de busca da verdade tem seu detonante. No determinado momento em que uma peça não se encaixa e em que alguma coisa não tem lógica. E essa ausência de lógica estava fora da escola, estava no meu bairro e em minha casa. Eu não entendia bem o porquê daqueles que haviam ido por Mariel eram “inimigos da pátria”, porque minhas amigas ficavam tão felizes quando algum daqueles parentes exilados lhes enviava alguma comida ou roupa. Por que esses vizinhos que haviam se despedido com um ato de repúdio no solar de Cayo Hueso onde eu havia nascido, eram os que mantinham a mãe anciã que havia ficado para trás, que presenteava com parte daqueles pacotes os mesmos que haviam jogado ovos e insultos aos seus filhos? Eu não entendia. E dessa incompreensão, dolorosa como todo parto, nasceu a pessoa que sou agora.
Por isso quando aquele berlinense que nunca havia estado em Cuba tentou dividir minha nação, pulei como um gato e o encarei. Por isso estou aqui frente a vocês hoje, tratando de ajudar para que ninguém, nunca mais, possa nos dividir entre um tipo de cubano ou outro. Necessitamo-los para a Cuba futura e os necessitamos na Cuba presente. Sem vocês nosso país estaria incompleto, como alguém amputado de suas extremidades. Não podemos permitir que nos continuem dividindo. Como da mesma forma que estamos lutando por um país onde se permita o direito de expressão, a associação e tantos outros que nos arrebataram; temos que fazer tudo – o possível e o impossível – para que vocês recuperem esses direitos que também lhes foram tirados. Não há vocês e nós… Só há um “nós”. Não permitamos que nos continuem separando.
Aqui estou porque não acreditava na história que me contavam. Como muitos outros tantos cubanos que cresceram sob uma só “verdade” oficial, despertamos. Temos que reconstruir nossa nação. Nós sozinhos podemos. Os aqui presentes – bem o sabem – têm ajudado muitas famílias da Ilha a colocar um prato de comida sobre a mesa dos seus filhos. Abriram caminho em sociedades onde tiveram que começar do zero. Têm sustentado e dado atenção a Cuba. Ajudem-nos a unificá-la, a derrubar esse muro que, diferentemente do de Berlim, não é de concreto nem de ladrilhos, mas sim de mentiras, silêncios e más intenções.
Nessa Cuba com que muitos sonhamos não fará falta esclarecer que tipos de cubanos são. Seremos cubanos sem meios termos, cubanos e ponto, cubanos.
[Texto lido no ato realizado na Torre da Liberdade, Miami, Florida, em 1º de abril de 2013]
Tradução e administração do blog em língua portuguesa por Humberto Sisley de Souza Neto
Mario Vargas Llosa: "Dilma não deveria apoiar uma fraude eleitoral"
O escritor peruano diz que a eleição de Nicolás Maduro foi roubada, defende o casamento gay e acha que a Argentina merecia alguém melhor que Cristina Kirchner
JOÃO GABRIEL DE LIMA E LUÍS ANTÔNIO GIRON
O escritor peruano Mario Vargas Llosa, de 77 anos, ganhador do prêmio Nobel de Literatura de 2010, voltou ao Brasil, depois de três anos, para dar uma palestra no ciclo Fronteiras do Pensamento, em São Paulo. Defensor dos princípios liberais e democráticos, Llosa é hoje um dos raros intelectuais públicos militantes. “Estou esperançoso com o destino daAmérica Latina”, diz. “Pela primeira vez, o continente conta com uma esquerda não autoritária e uma direita genuinamente interessada em democracia.” Uma exceção, segundo ele, é o chavismo na Venezuela – tão absurdo que, em sua opinião, daria um romance.
Como o livro se chamaria? O autor de A festa do bode, ficção sobre o ditador dominicano Rafael Trujillo, responde, bem-humorado: A festa do passarinho. O presidente venezuelano, Nicolás Maduro, durante a campanha eleitoral, disse em discursos que ouvia a voz de Hugo Chávez no canto dos pássaros. Abrindo várias vezes o sorriso largo que se tornou sua marca, Llosa deu a seguinte entrevista a ÉPOCA.
ÉPOCA – Como o senhor analisa a eleição na Venezuela, vencida por Nicolás Maduro por uma diferença de pouco mais de 1 ponto percentual? Mario Vargas Llosa –Henrique Capriles ganhou as eleições. O uso da máquina do Estado e de seus meios de comunicação foi tão desproporcional que Nicolás Maduro deveria ter vencido o pleito de forma avassaladora. Não foi assim. Houve praticamente um empate. Isso significa claramente que há uma grande reação do povo venezuelano contra o chavismo, contra o que representa Maduro. Por isso, a possibilidade de fraude é grande. Também por isso, me parece justo fazer a recontagem rigorosa dos votos. Os presidentes da América Latina não deveriam legitimar uma possível fraude eleitoral, indo assistir à entronização de Maduro. Seria um ato de cumplicidade contra o povo venezuelano, que claramente pede a democratização, a abertura, a mudança de política. É um momento importante, talvez fundamental, na história da América Latina.
ÉPOCA – A presidente Dilma Rousseffenviou cumprimentos a Maduro pela vitória, logo que saíram os primeiros resultados das eleições. Isso é uma forma de apoio? Llosa – É um ato de cumplicidade com o que está ocorrendo na Venezuela. É lamentável isso partir de um governo democrático. Dilma não deveria apoiar uma fraude eleitoral. Ela não é o único caso. Todos os que fazem isso me parecem igualmente lamentáveis. Deveria haver maior coerência entre a política internacional e a política nacional por parte dos governos democráticos. Os governos que praticam a política chavista, que querem o socialismo autoritário, entendo que se solidarizem com Maduro. Mas governos que praticam internamente a democracia agem de forma absurda quando se tornam cúmplices de governos autoritários, mesmo que seja para aplacar internamente seus radicais. Felizmente, alguns mostram independência. É positiva a atitude da OEA (Organização dos Estados Americanos), ao pedir a recontagem de votos. E devo felicitar governos como o da Espanha, que não enviarão ninguém para representar o país na posse de Maduro, enquanto não se esclarecer o que aconteceu de fato nessas eleições.
"Os países chavistas representam o atraso na América Latina. Os países que progridem são os comprometidos com a democracia"
ÉPOCA – O socialismo fascinou muitos escritores na América Latina. O caso mais conhecido é o colombiano Gabriel García Márquez, que apoiou o regime cubano. No caso da Venezuela de Chávez, não apareceram muitos escritores para apoiar o regime. O que mudou? Llosa – Mudou algo muito importante. É a primeira vez que um governo populista e autoritário conta com a oposição de praticamente toda a classe intelectual. As universidades, que costumavam ser radicais na Venezuela, são praticamente todas antichavistas, estão na vanguarda na luta pela democratização. Não conheço um escritor venezuelano importante que não esteja combatendo em favor da democratização. A única exceção é o romancista Luís Britto Garcia. É um sintoma alentador, porque, no passado, a intelectualidade latino-americana cometeu a insensatez de apoiar regimes como Cuba, a ditatura mais longa que o continente já teve em toda a sua história.
ÉPOCA – O senhor foi um desses intelectuais, não? Quais as razões para esse fascínio por Cuba e Fidel Castro? Llosa – Sim, também faço minha autocrítica. Reconheço que, quando jovem, senti um entusiasmo acrítico com o que acontecia. No fim dos anos 1950, quando a América Latina era um continente de regimes militares e osEstados Unidos apareciam como aliados dos ditadores, Cuba parecia representar a alternativa, o progresso, a democracia, a liberdade. Por outro lado, parecia uma revolução que não tinha sido feita pelo stalinismo e o Partido Comunista, e sim por jovens idealistas, socialistas libertários. Estávamos enganados sobre a Revolução Cubana no início. Havia um contexto que explicava esse entusiasmo. É difícil manter a ilusão 54 anos depois. Cuba é uma ditadura que destruiu o espírito crítico, empobreceu selvagemente o país. O país depende hoje da caridade venezuelana. Ao lado da Coreia do Norte, Cuba representa o maior anacronismo de nosso tempo. Esses regimes não são modelos para ninguém. Vivem o final de seus ciclos, como aconteceu com todos os regimes socialistas autoritários do mundo.
ÉPOCA – Há, hoje, vários intelectuais latino-americanos comprometidos com a causa democrática, inclusive em Cuba. Llosa – Sim, claro. Recentemente conheci duas mulheres extraordinárias. Uma delas é a cubana Yoani Sánchez, uma mulher inteligente, que converteu seu blog num instrumento de protesto e crítica, sob condições dificílimas. A outra é María Corina Machado, uma deputada de oposição venezuelana, mulher de personalidade extraordinária e grande convicção democrática. Ela fez uma palestra na Argentina sobre o que ocorre na Venezuela. Conclama os democratas de todo o continente a se solidarizarem com o povo venezuelano nesta luta tão heroica – que, ademais, é uma luta por todos nós. Se o chavismo continuar a fazer estragos na Venezuela, todos estamos ameaçados na América Latina.
ÉPOCA – O senhor escreveu no romance Conversa na catedral que as toxinas do autoritarismo demoram a sair do corpo de uma nação. Essas toxinas estão finalmente começando a sair do continente, a América Latina? Llosa – Acredito que sim. Se você compara a situação hoje com a de 15, 20 anos atrás, há um progresso considerável. Temos muito mais governos democráticos que autoritários. Acontece agora um fenômeno: a existência de uma esquerda democrática, pela primeira vez, na América Latina. Antigamente, a esquerda era autoritária, acreditava em governos firmes, em políticas intervencionistas, no Estado empresário e lidava mal com a diversidade. Isso está desaparecendo pouco a pouco. A esquerda está se tornando civilizada. Da mesma forma, a direita também ficou democrática, bem diferente da direita golpista, militarista do passado. A nova esquerda e a nova direita estão dando à América Latina um dinamismo, um progresso que justifica o otimismo. Os países que seguem o chavismo são poucos e representam um atraso em relação ao restante dos países latino-americanos. São os países democráticos que progridem, não só em termos econômicos, como também políticos.
ÉPOCA – No Brasil, os quatro pré-candidatos à Presidência são de partidos que se definem como “esquerda”. Por que a direita desapareceu por aqui? Llosa – É um fenômeno bem latino-americano: ninguém quer ser de direita. No máximo, aceita-se ser de centro-esquerda. Mas não importa tanto as etiquetas que os partidos põem, e sim o que fazem. E o que fazem hoje está mais para centro-direita do que para esquerda.
"Vivi na Inglaterra nos anos de Thatcher. Com ela, o país voltou a ter um protagonismo e uma presença internacional extraordinários"
ÉPOCA – Qual sua impressão sobre o legado da primeira-ministra britânicaMargaret Thatcher, cuja morte recente tem rendido homenagens, mas também protestos? Llosa – Vivi na Inglaterra nos anos de Thatcher. Conheço as obras mais positivas dela. Quando ela subiu ao poder, no fim dos anos 1970, a Inglaterra era um país apagado, mergulhado na mediocridade do socialismo. As empresas eram estatizadas. O Estado crescia de uma maneira cancerosa, perdera o nervo criativo e o dinamismo. O país empobrecia e se mediocrizava. A palavra “decadência” exprimia fielmente a realidade inglesa. A transformação promovida por Thatcher foi extraordinária, com as privatizações realizadas com um critério eminentemente social. As empresas foram obrigadas a competir. Acabaram-se os subsídios, o clientelismo, os privilégios. A economia de mercado obviamente trouxe alguns sacrifícios, mas, ao mesmo tempo, gerou um progresso formidável da economia inglesa. Pela primeira vez em muitos anos, a renda per capita da Inglaterra superou a França. A Inglaterra voltou a ter um protagonismo e uma presença internacional extraordinários.
ÉPOCA – Não há nada a criticar em Thatcher? E o apoio ao ditador chileno Augusto Pinochet? Llosa – O apoio a Pinochet foi lamentável. Ela fez isso para agradecer os serviços que a ditadura chilena prestou à Inglaterra durante a Guerra das Malvinas. Também foram lamentáveis os últimos anos do governo de Thatcher, com os ataques à Europa, numa atitude nacionalista exacerbada. Mas, quando fazemos um balanço dos anos Thatcher, o lado positivo é muito maior.
ÉPOCA – O senhor conheceu Thatcher pessoalmente? Llosa – Encontrei com ela quatro vezes. A primeira foi num jantar promovido por Hugh Thomas, então ministro dela. Durante a conversa, a submetemos a um verdadeiro exame, educado mas severo. No final, quando ela foi embora, um dos presentes, o professor Isaiah Berlin, disse uma frase que resumiu a impressão geral: “Nothing to be ashamed of”. Nada do que possamos nos envergonhar. A segunda vez encontrei-a em seu gabinete em Downing Street. Eu era candidato à Presidência do Peru e lhe perguntei: “Primeira-ministra, se ganhar a eleição, qual seria a decisão mais importante que eu deveria tomar?”. Nunca esqueci a resposta: “Cerque-se de um grupo leal e corajoso. Porque, se você fizer as reformas liberais, a reação será tão feroz que as piores traições virão de seus amigos, não de seus adversários”. E Thatcher sairia do poder não porque a oposição ganhou, e sim por uma traição interna do Partido Conservador, encabeçada por Geoffrey Howe (chefe de gabinete de Thatcher).
ÉPOCA – E os outros dois encontros? Llosa – A terceira vez que a vi foi no México. Ela desmaiara durante uma conferência, estava abatida. Lembro-me do marido dela, Dennis Thatcher, que contraíra uma espécie de horror da América Latina depois daquela excursão. Chamava a todos nós de “mexicanos”. Da última vez que a vi, ela estava já fora do poder. Fui a sua casa acompanhado de cubanos exilados, que queriam convidá-la para fazer uma conferência em Miami. Ela se mostrou simpática e divertida, tomou três uísques. Falou muito, contou piadas. No final, acompanhou a gente até a porta e, como uma menina revolucionária, levantou o braço e disse: “Temos de derrotar Castro!”.
"Os gays sofreram terrivelmente ao longo da história, sobretudo em países machistas como os latinos. A união homossexual é bem-vinda"
ÉPOCA – O que o senhor pensa do governo argentino? Llosa – A Argentina não merece o governo da senhora Kirchner. É um país que já foi Primeiro Mundo, quando três quartos da Europa pertenciam ao Terceiro Mundo. Foi um país industrial, que teve um sistema educacional fora de série. Foi o primeiro país que acabou com o analfabetismo no mundo – ninguém mais se lembra disso. Como a Argentina pode ter retrocedido dessa maneira? Foi por razões puramente políticas, e isso tem um nome: peronismo. Minha esperança é que venha uma reação das bases. Não há sentido algum a Argentina fazer parte do pelotão dos regimes atrasados, encabeçado por Raúl Castro e Nicolás Maduro. É um anacronismo flagrante, que não faz jus ao país.
ÉPOCA – A união civil entre homossexuais tem sido um tema bastante discutido na América Latina. Ela foi aprovada no Uruguai, na Argentina... Llosa – ...e espero que seja aprovada em todos os países da América Latina. É um ato de justiça contra uma minoria perseguida, que sofreu terrivelmente ao longo da história, sobretudo em países machistas como os nossos. Já era hora de haver uma reação positiva para combater esse preconceito absurdo de que são vítimas os homossexuais. Os direitos humanos precisam ser compreendidos na América Latina em toda a sua extensão. O casamento gay é a reparação de uma injustiça. E é bom que figure na agenda política.
ÉPOCA – O senhor acredita que o papa Francisco, argentino, colaborará com o progresso dos direitos humanos e com as liberdades individuais? Llosa – As primeiras iniciativas do papa têm sido boas. Ele está se aproximando das pessoas e dando mostras de simplicidade e modéstia. Dá a impressão de ser um homem bem-intencionado, consciente de que a Igreja Católica precisa realizar uma política de abertura e modernização. A Igreja tem se tornado anacrônica e assim continuará, se ele não abordar com coragem as reformas necessárias.
ÉPOCA – O que teria de mudar na Igreja Católica? Llosa – Duas reformas seriam importantes. A Igreja teria de abolir o celibato clerical, em parte responsável pelos escândalos de pedofilia que tanto dano trouxeram. E teria de dar acesso à mulher a cargos e responsabilidades eclesiásticos. A Igreja mantém uma discriminação antimoderna.
ÉPOCA – Até que ponto ganhar o Prêmio Nobel foi importante para sua vida? Alguns escritores sentiram-se paralisados criativamente com o Nobel, como o irlandês Samuel Beckett. Isso acontece ao senhor, que criticara o prêmio no passado? Llosa – Ganhar o Nobel foi uma grande surpresa. Estava absolutamente seguro de que nunca me dariam o Nobel. Eu tinha feito todo o necessário para não ganhá-lo, com tudo o que defendo e critico. Olha, o Nobel é uma semana de sonho. A gente vai a Estocolmo para receber o prêmio – e vive uma espécie de realidade divertida, belíssima, simpática. Em seguida, essa semana de sonho dá lugar a um ano de pesadelo. Porque a responsabilidade, as obrigações, as indicações, o assédio dos jornalistas, tudo isso é algo enlouquecedor. É preciso lutar para conseguir algum tempo para poder escrever. É terrível. Estou contente, claro, mas ganhar o Nobel envolve realmente uma pressão terrível. Ganhei, estou feliz, como feliz de ter ganhado outros prêmios ao longo de minha vida, mas já estou velho para ficar vaidoso com um prêmio a menos ou a mais. Continuo a fazer meu trabalho, embora com mais dificuldade, porque a pressão é maior. É importante manter as ilusões e os projetos até o último momento. Lutar contra o tempo. Isso mantém o homem vivo, e isso tenho de sobra.
ÉPOCA – No livro A anatomia de um instante, o escritor espanhol Javier Cercas esmiúça um único acontecimento histórico num livro, o golpe militar contra o presidente Adolfo Suárez em 1981. Existe um tema da história atual que, a seu ver, daria um livro? Llosa – Eu escolheria esta transição à democracia que acontece na Venezuela. A rejeição do populismo autoritário terá um enorme significado, não apenas para a Venezuela e os países semivassalos da Venezuela – casos de Nicarágua, Bolívia e Equador –, mas também para toda a América Latina. Isso dará um grande impulso à democracia. É um momento nevrálgico, que merece uma reportagem a respeito, como a de Cercas sobre o golpe na Espanha.
ÉPOCA – Não poderia ser um romance, como A festa do bode, que o senhor escreveu sobre a República Dominicana? Llosa –Poderia, só que o título seria A festa do passarinho.
México no permite medias tintas, no admite que nos quedemos indemnes. Es cómo el picante en la lengua, el tequila en la garganta y el sol en los ojos. Cinco días en la tierra de la serpiente emplumada y me ha costado subirme al avión, porque unos deseos intensos me halaban para quedarme explorando una realidad subyugante y compleja. He visto edificios modernos a pocos metros de las ruinas del Templo Mayor; embotellamientos tremendos en las calles, mientras por las aceras algunos caminan con la calma de quien no tiene ninguna prisa por llegar. También he comprobado que la Catrina de calavera sonriente, alterna sin problemas con los tapices de colores vivos en medio del gentío de La Ciudadela. Con su risotada sarcástica, la pamela emplumada y el costillar afuera, me retaba. Alguien me dio a probar una golosina y era intensamente dulce, con azúcar espolvoreada; pero después mordí un tamal y la “patada” del chili en mi paladar me hizo soltar unas lágrimas. México no permite sentimientos tibios, lo amas o lo amas.
Así que rodeada de contrastes empecé mi periplo azteca. De Puebla al DF, encontrando amigos y visitando varias redacciones de periódicos, emisoras de radio y –sobre todo- hablando con muchos, muchos colegas periodistas. He querido saber de primera mano las satisfacciones y los riesgos de ejercer la profesión de informador en esta sociedad y he encontrado una gran cantidad de profesionales preocupados, pero trabajando. Gente que se juega la vida –especialmente al norte del país- por reportar, gente que cree al igual que yo en la necesidad de una prensa libre, responsable y apegada a la realidad. He aprendido de ellos. También me he perdido en el entramado de timbiriches y kioscos del centro de la ciudad y he sentido allí el pulso de la vida. Una vida que ya percibía desde el aire antes de aterrizar, cuando en la madrugada del sábado observé el gran hormiguero que es la Ciudad de México –las muchas ciudades que contiene- en plena ebullición, a pesar de ser tan temprano.
Por momento tuve la impresión de estar viviendo un fragmento de la novela Los detectives Salvajes de Roberto Bolaño. Pero yo no buscaba -como los protagonistas de ese libro- a una poetisa de culto, extraviada en el olvido. Yo en realidad trataba de mirar y de hallar a mi propio país a través de los ojos de los mexicanos. Y lo encontré. Un Isla reinterpretada y múltiple, pero cercana; que levanta pasiones por doquier y que tampoco deja indemne a nadie. Un amigo me preguntó antes de irme ¿Cómo sientes a México? No lo pensé mucho: picante –le respondí- como el picante que provoca una sacudida en todo el cuerpo y saca las lágrimas de placer y tormento. ¿Y Cuba? –insistió- ¿Cómo la sientes?… Cuba, Cuba es agridulce…