Por Claudio Jacquelin | LA NACION
Llegó el momento de hacer un balance. ¿De 2011? ¿No será ya demasiado tarde? Nooo, queridos lectores, es tiempo y obligación de hacer un balance, pero de lo que va de 2012 y de los últimos 15 días del año pasado.
Tanta vorágine demanda un recreo y apropiarse de aquella genial frase-súplica de Mafalda: "Paren el mundo que me quiero bajar". No sólo hubo demasiadas cosas conmocionantes sino, sobre todo, inexplicables, esotéricas, bizarras. Como si el mundo Tinelli hubiera saltado de la pantalla y se adueñara de la realidad política.
Todo empezó con la muerte de Iván Heyn, el funcionario, economista y militante de la épica kirchnerista. En una cumbre internacional, en el mismo hotel de la Presidenta y mientras ella arengaba a sus pares a blindarse contra las calamidades de los decadentes países centrales, Heyn era hallado asfixiado y desnudo, muerto por mano propia.
Sólo fue empezar. Después llegó el asesinato de un gobernador dentro de una enrejada habitación que de lo único que no lo protegía era de su enemiga íntima, con la que compartía la cama matrimonial.
En el medio desapareció y apareció un intendente y siguió la indetenible ola de casos de víctimas de la violencia de género y doméstica.
Pero aún faltaba lo más conmovedor: el anuncio oficial de que la Presidenta tenía cáncer y la (increíble, milagrosa, aliviadora? ponga el calificativo que prefiera) noticia de que, al final, Cristina no tiene cáncer.
Difícil mantener el ritmo, pero la Argentina se las rebusca para sostener la sucesión de episodios originales. Al alivio inicial por la buena noticia sobre la salud de la Presidenta le siguió la inquietud popular por el diagnóstico errado y la polémica médico-política-mediática por la actuación de los galenos, por el manejo de la información que hizo el Gobierno y por el silencio oficial sobre la convalecencia presidencial.
Como en el mundo Tinelli, no faltaron los escándalos menores. Y apareció en escena el más notorio miembro del jurado oficialista admitiendo que posee un anillo de brillantes de un cuarto de millón de dólares y justificando la compra en la venta de regalos que le habían hecho generosos amigos sobre los que mantuvo el más estricto secreto de sumario.
Y dos días después se supo que en su juzgado recayó una denuncia contra un supuesto proxeneta internacional, que fue o es de su estrecha amistad, que, además, tendría un socio o empleado que es amigo o conocido y aparece en fotos con Mauricio Macri, a quien el juez del anillo tiene entre las cuerdas de su juzgado.
Si después de esto no le dan ganas de sumarse a Mafalda y pedir que, paren el país que nos queremos bajar un rato, su tolerancia a las sorpresas argentinas es admirable. Aunque podemos recordarle que, en medio de tanta cosa increíble, una sequía histórica hacía estragos en cultivos y en expectativas de los guardianes de las arcas públicas, que la producción industrial se resiente por los controles de Moreno, que el ajuste ya llegó...
Y esto recién empieza. Pero a no desesperar, la Argentina siempre promete finales felices. ¿O no?.