Rushdie, el maldito: Memorias de una herejía involuntaria
POR MATILDE SÁNCHEZ
Condenado a muerte en 1989 por el régimen iraní por la publicación de “Los versos satánicos”, el escritor inglés de origen indio lanza su nuevo libro. Clarín lo entrevistó en Londres.
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LONDRES. ENVIADA ESPECIAL - 23/09/12
Irán, febrero de 1989. Líder de la teocracia que destronó al nefasto sha Reza Pahlevi (“caso histórico en que un régimen sórdido fue reemplazado por otro peor”, palabras de Salman Rushdie), el imán Ruhollah Khomeini lanza desde Teherán su fatwa , un edicto religioso que considera blasfema Los versos satánicos . Su autor ha ganado ya su premio Booker por Hijos de la medianoche , prohibida en India a raíz de un personaje farsesco ( La viuda , por Indira Gandhi). Nacido en Cachemira pocos meses antes de la “partición” de Pakistán, escribe en inglés, vive en Londres desde la adolescencia y Los versos satánicostiene el premio Whitbread al mejor libro del año.
El mundo islámico se extiende desde el norte de Africa hasta el confín del sudeste asiático pero también están las populosas comunidades del hemisferio norte. Las ciudades occidentales han recibido a los comunistas iraníes reprimidos por Khomeini y a millones de inmigrantes islámicos; y Londonistán –el barrio musulmán de Londres– crece cada día. En la ciudad multicultural, la grieta precede a la fatwa: primero es Bradford, Inglaterra, con una quema de copias. Por años no habrá de cesar la inédita ola de anti-americanismo; el actual estallido no se le compara en magnitud. Las principales librerías de Londres (y dos en California) son incendiadas; el traductor al japonés es asesinado y otros traductores, heridos de gravedad; una protesta en Bombay deja doce muertos. Irán rompe relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Un Rushdie demonizado en miles de pancartas recibirá el apoyo clamoroso de numerosos escritores. En sus memorias se destaca el brillante Edward Said, que intercede ante Yasser Arafat. Pero pasa a una clandestinidad forzosa, bajo custodia de la policía británica y sin más cotidianeidad que el cambio cíclico de casas, que él mismo debe procurarse. Se ha convertido en el herejeJoseph Anton .
Londres, 2012. En la librería Foyles Los versos satánicos , hoy traducida a 47 idiomas, está en la mesa de “los veinte libros que uno debe leer antes de morir” y ya se anuncia su nuevo libro, unas memorias cuyo título alude al apodo de fantasía, tomado de los nombres de Conrad y Chejov, con que vivió esa década de reclusión. Escrito en una distanciada tercera persona –porque ese tal Joseph no es él– y sin la exuberancia que era su estilo, cuenta cómo el viajero que acompañó a Bruce Chatwin en su periplo australiano, el cronista de la Nicaragua sandinista, en La sonrisa del jaguar , pasó a la lista negra de British Airways, que se negaba a trasladarlo... El libro, publicado por Mondadori, recoge su formación cosmopolita, la figura de su padre, quien tomó su apellido de Ibn Rushd, el filósofo Averroes, librepensador musulmán nacido en la Andalucía de las tres culturas, en el siglo XII.
“Conforme esa nueva vida llegaba a su cuarto año –leemos–-, a menudo se sentía como ese viajero borgiano imaginario, aislado en el espacio y tiempo” –se refiere al relato Las ruinas circulares . No es este su único homenaje a Jorge Luis Borges, quien reaparecerá en nuestra charla. El autor narra el encierro y otros cataclismos: la dificultad de ser un padre normal, la cadena de desastres conyugales –en especial crucificadas, su segunda mujer, la novelista Marianne Wiggins, y la cuarta, la presentadora televisiva Padma Lakshmi, un sueño de Bollywood. Un buen día de 1998, una vez revocada la fatwa en Teherán y siguiendo las piernas interminables de Padma, el escritor emigró a California. Hace unos 12 años que es profesor en los Estados Unidos, actualmente en la universidad Emory de Atlanta. Vive en Union Square, en Manhattan.
La conversación que se reproduce en estas páginas tuvo lugar el 5 de septiembre en la oficina de su agente literario en el barrio de Bloomsbury, Londres, muy cerca de donde solía reunirse el círculo de Virginia Woolf.
Rushdie tiene un decir suave, encantador, en el que se intuye una alegre veta frívola. Los ojos siempre entornados –pese a una operación de párpados debido a una atrofia muscular– le dan un aire soñoliento. Pero su réplica es contundente ante cualquier relativismo cultural. Cuando le pregunte por las irritantes caricaturas “de muy mala fe”, responderá: “Mire, yo no voy a hacerme cargo del grotesco personaje en que quisieron convertirme durante años…” Su libro fue lanzado en 16 idiomas.
- En sus memorias se muestra sorprendido al estallar el escándalo. ¿Ignorábamos el mundo en el que estábamos viviendo?