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domingo, 23 de setembro de 2012

Yoani Sánchez / / / ... La llamada 'Batalla de Ideas'


Aunque la vistan de nueva… Mesa Redonda se queda.

mesa_redonda
Pocos espacios televisivos han sido objeto de tantas burlas y parodias en Cuba como la Mesa Redonda. Surgido al calor de la llamada Batalla de Ideas, este programa muestra el más alto grado de proselitismo político que se pueda encontrar en nuestros medios nacionales. Su principio fundamental es apabullar a la teleaudiencia con el criterio oficial, sin permitirle acceder a opiniones críticas o contrarias a éste. Denigrar a los inconformes, sin derecho a réplica, se erige entre las prácticas más repetidas en los micrófonos de tan aburrida transmisión. Todo esto basado en la premisa de que vivimos en “el paraíso” mientras el mundo se cae a pedazos por allá afuera.
Desde el 10 de septiembre, la Mesa Redonda ha reducido su tiempo “al aire” en media hora. También ha modernizado su escenografía y hasta parece que han agregado un flamante iPad para manejo exclusivo del moderador. Tienen tiros de cámara más audaces y se han puesto a dieta algunos de sus rollizos participantes. Se quiere, con estos retoques, agregarle algo de modernidad a lo que estaba cubierto con el espeso polvo de lo anacrónico. Sin embargo, los preceptos principales que rigen el programa siguen intactos. El más evidente es la ausencia de pluralidad y la monotonía derivada de que todos los que concurren allí piensan igual. Y, gran contradicción, un bodrio de esta naturaleza paga a sus periodistas los salarios más altos que se conocen en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
Sin embargo, mis palabras sobre este programa quizás estén demasiado influenciadas por trabajar yo también en el campo de la información. De manera que ilustraré la opinión que tiene muchos cubanos sobre él con una anécdota reciente. Hace poco, una amiga estaba a las afueras de una estación de policía exigiendo la liberación de un activista detenido arbitrariamente. El teléfono móvil sonó y era su padre que la llamaba. Estaba asustado porque un vecino le contó que su hija se había enrolado en cosas de “disidentes”. En medio del calor de la situación, mi amiga sólo atinaba a responderle: “Papi, ya te dije que no miraras más la Mesa Redonda”. Con esa simple frase enfatizaba el abismo entre la realidad nacional y el libreto de esa tribuna televisiva. Le señalaba a su progenitor el seguir creyéndose una Cuba inexistente, un país donde no ocurrían arrestos fuera de la ley, ni amenazas policiales, ni mítines de repudio. Una nación apócrifa que habita de lunes a viernes, durante una hora… en nuestra pantalla chica.

domingo, 2 de setembro de 2012

Yoani Sánchez /// Atemperar a papá // Filha de vice-presidente cubano partiu para o exílio


                                 Atemperar a papá

Foto archivo de EFE
Foto archivo de EFE
Para Marino Murillo, vicepresidente cubano y padre
que, hace pocos días, vio partir una hija hacia el exilio
.
“Papi tú no te vayas a meter en nada”, le aconseja la hija desde el otro lado de la línea. La misma hija que hace unas semanas le envió algo de dinero y un paquete con medicinas y ropa. Esa que emigró hace una década y desde Berlín es el soporte principal de la familia que se quedó en La Habana. El padre traga en seco cada vez que su primogénita le repite –vía telefónica- que no se involucre en tareas del Partido Comunista, ni del Comité de Defensa de la Revolución y mucho menos se deje utilizar en ningún mitin de repudio contra opositores. “Oye, aquello está a punto de caerse y tú eres el que te vas a quedar embarrado”, le remacha la insistente joven. De manera que el obediente jubilado ha bajado en varios grados su intolerancia ideológica, moderado esa rabia que le producían los que estaban en contra de “su Comandante” y hasta ha escondido su carnet de militante en el fondo de una gaveta.
Se le ve cambiado. Cuando alguien le habla de política salta hacia el tema del clima o del béisbol. A esos vecinos disidentes a los que les negaba el saludo les ha vuelto a hablar e incluso a guiñarles un ojo con complicidad. Ya las reuniones de la asociación de combatientes le parecen tan aburridas, los periódicos tan vacíos, las consignas tan falsas… ni siquiera enciende la televisión cuando hay discursos oficiales. ¿Qué le ha ocurrido? Una mezcla de frustración, molestia ante la pensión bajísima, la corrupción imperante y el aplazamiento indefinido de los sueños. Pero en su caso los hijos han sido el principal catalizador de la inconformidad, el mentís más rotundo que hubiera podido recibir su ideario. La mayor vive en Europa y el más pequeño cruzó en balsa el estrecho de La Florida. Ninguno quiso quedarse a esperar los frutos del sistema por el que “Papá tanto luchó”.
Después de la partida de sus “niños”, ha descubierto en sí a un hombre más moderado, capaz de aceptar que los hijos de otros también se vayan sin por ello correr a lanzarles huevos o insultos. No permite que nadie llame a sus vástagos “traidores” y ha aprendido que el inglés que habla su nieta nacida en Arkansas no es –para nada- la lengua del diablo. Además, las vitaminas que le envían son tan buenas, el gel para el dolor de espalda de tanta calidad, los dólares por la Western Union tan oportunos… En fin, que es un hombre diferente. El próximo octubre volará hacia Estados Unidos a visitar a los suyos y planea no regresar. Se irá sin hacer ruido, sin despedirse, sin siquiera darse de baja del único partido en el que militó. Se irá sin retractarse públicamente de nada, sin pedirle disculpas a ninguno de esos inconformes a los que hace décadas insultó, escupió, denigró. Se irá.

terça-feira, 3 de julho de 2012

Sacar cuentas // Yoani Sánchez ///



Sacar cuentas

restaurante
Alardear de las calificaciones de nuestros hijos y pavonearnos con las buenas notas que obtuvieron en un examen son de esos placeres que no dejamos escapar cuando se nos presenta la oportunidad. Llega junio y al tropezarnos con un vecino o un amigo brota una pregunta obligada ¿cómo le va al niño en las prueba finales? El calor pasa a un segundo plano y la abulia veraniega gana algo de misterio con la interrogante de si ¿aprobará o no aprobará? ¿Pasará de grado o no? Las noches se hacen largas resolviendo ejercicios de matemáticas, los repasadores no dan abasto ante tantos alumnos finalistas y en las afueras de las escuelas se muestran los listados con las calificaciones. La vorágine de final de curso nos arrastra… pero este año hay varias novedades.
Después de aplicar un ensayo educativo tras otro, ya varias hornadas de estudiantes formados en esos “laboratorios” docentes han llegado a la universidad. Me refiero a esos que desde el primer día de la secundaria básica tuvieron delante del pizarrón a los llamados “maestros emergentes”. Los mismos adolescentes que durante años recibieron hasta el 60% de las clases a través de una pantalla de televisor. Mi hijo es un buen ejemplo de ello. Se benefició del fin de los preuniversitarios en el campo –grata noticia- pero ha padecido la reestructuración del programa escolar, plagado de desajustes, horas perdidas y bajo nivel de preparación académica por parte de los profesores. También se ha visto afectado por la alta deserción laboral entre las filas de los maestros, cuyos salarios siguen estando en el plano de lo simbólico, cuando no de lo ridículo. Unido eso a una presencia –excesiva y continuada- de la ideología, incluso en aquellas asignaturas o materias más alejadas del espectro político.
Esos vientos están trayendo ahora verdaderas tempestades. La falta de calidad educativa se ha tropezado con un aumento de la exigencia en los exámenes finales de la enseñanza media superior. El resultado: escuelas enteras donde apenas si han logrado aprobar tres o cuatro estudiantes; grupos completos que deben ir a revalorización y a examen extraordinario, padres al borde del colapso nervioso al descubrir que su “inteligente” hijo no se sabía ni el teorema de Pitágoras. Al descontrol le llega ya la mano dura; al delirio docente le empieza a entrar algo de razón. Pero no estamos hablando de números, sino de jóvenes cuya enseñanza ha estado a un nivel muy por debajo del que hoy les examinan. Personas sobre las cuales el voluntarismo y los experimentos escolares están demostrado su fracaso.