O ensaio explica as distâncias de pensar dos indivíduos orientais e os ocidentais. A partir de dois escritores que pertencem as duas culturas pesquisadas pode-se se aproximar e a acreditar nas revelações da professora estadunidense da Saint Louis University e do professor japonês da Iese que mora na Espanha há 38 anos...
O livro Asian versus western management thinking (Palgrave Macmillan) que os dois assinam mostra o estilo de gerenciar e liderar das duas culturas antagônicas
Hace un año, tras el accidente nuclear de Fukushima, en Japón muchos móviles se quedaron sin cobertura. En medio del pánico general, la única manera que tenían los ciudadanos de contactar con alguien era encontrar una cabina telefónica que funcionase.
En pocos minutos se formaron largas colas de personas, ansiosas por hablar con sus seres queridos desde un teléfono público. En estas circunstancias dramáticas, todos deseaban levantar el auricular para tranquilizar a sus familiares. Ocurrió lo que desde nuestra óptica costaría entender: cada japonés se limitó a hacer una llamada, después de la cual volvía, de forma ordenada y respetuosa, a ponerse en la cola, para permitir, en nombre del bien común, que todos pudiesen aprovechar el teléfono por lo menos una vez. ¿Aquí pasaría lo mismo?
Asia está destinada a convertirse en el área geoestratégica más relevante del planeta en las próximas décadas. De hecho, el proceso de globalización ya ha llevado desde hace años a unos cuantos occidentales a desplazarse a Oriente para estudiar, trabajar o montar un negocio.
La tendencia parece imparable pero, para muchísimas personas, la filosofía y los valores detrás de las culturas milenarias diseminadas por este vasto continente siguen siendo en gran parte un misterio. Porque no cabe duda –y el ejemplo de Fukushima lo demuestra– de que, aunque se corra el riesgo de caer en simplificaciones o generalizaciones, diferencias las hay. ¿Cuáles?
Antes que nada habría que huir de un cierto determinismo biológico. Lo que cambia entre los humanos es la educación y la cultura, pero el cerebro en sí no nace con ningún programa preinstalado, por así decirlo, en su disco duro. Hablar de cerebro oriental es incorrecto y de hecho, los niños chinos adoptados y educados en nuestra sociedad aprenden a percibir y a tomar decisiones exactamente igual que nosotros: no hay diferencia. Los genes, en este sentido, no marcan.
Dicho esto, experimentos científicos recientes han detectado que existen algunas pautas de comportamientos típicos que caracterizan a los asiáticos y a los occidentales, que tienen su origen en factores culturales y sociales.
Kimio Kase, profesor del Iese, es japonés y lleva 38 años en España. “He tenido oportunidad de contrastar las maneras de pensar entre los dos mundos y creo que somos muy distintos”, opina. Kase acaba de publicar un libro muy intrigante: Asian versus western management thinking (Palgrave Macmillan) , en el que se analizan las principales diferencias entre el estilo de gestión y el liderazgo en las empresas orientales y occidentales.
Escribió el libro junto a Alesia Slocum, profesora estadounidense de la Saint Louis University, y pudo comprobar como ya antes de empezar a escribir, sus enfoques eran opuestos. El empezó a centrarse en los temarios, ella insistía en definir qué articulación iba a tener discurso y el mensaje. “Los occidentales siempre necesitan agarrarse a un marco general de referencia y, como un paso siguiente, desarrollan los detalles.
n fijando, en un segundo momento, en los elementos secundarios”.Para los orientales, en cambio, los detalles son importantes y a partir de ahí se va construyendo, de forma sucesiva, la estructura, que surge después. Como forma mental, los asiáticos van siempre del particular hasta el genérico, mientras que los europeos o los estadounidenses siempre tienen un esquema en la cabeza y luego se va
En su obra, Kase ha comprobado como en Oriente predomina un estilo de dirección de las empresas de tipo inductivo: es decir, que se analizan las situaciones a través de contextos que no obedecen necesariamente a una lógica previa.
El ejecutivo occidental, heredero del pensamiento cartesiano, intenta solucionar el problema a través de la planificación y de la previsión, mientras que en Asia confían en la improvisación o en la argucias sociales; el pensamiento occidental valora los hechos, el ejecutivo oriental sigue más bien la intuición; en Europa o EE.UU. escogen la mejor alternativa entre las previstas, mientras que en Asia se prueban varias soluciones para ver qué funciona; un occidental recurre a ejemplos para especificar los objetivos a alcanzar, el oriental es más proclive a emplear metáforas.
Resumiendo, el pensamiento deductivo de Occidente –afirman los autores– examina la realidad material mientras que el oriental tiene en cuenta las circunstancias cambiantes y las distintas interacciones sociales.