Justo en el momento en que la “reina” iba a entrar en la calle Reina, alguien sacó un cartel con la palabra “Libertad”. Fue un segundo, pero suficiente para vivir un anticipo –una biopsia adelantada– del horror. La gente corriendo, los gendarmes vestidos de civil lanzándose sobre las manos que sujetaban aquel papel y el rostro desencajado del sacerdote temiendo lo peor. Por un instante, la imagen se tambaleó entre los pétalos de atrezo donde la habían colocado. Y después vino la calma, el miedo, los rezos bajitos. Un viejita decía casi en un lamento “no politicen la procesión, que no van a dejar salir a Cachita el próximo año”. Señora –quise decirle, pero me callé– si ella es como dicen la Virgen de todos los cubanos, nos aceptará también revoltosos y tranquilos, apáticos o contestatarios, orando bajito o gritando nuestro malestar.