Uma dolorida linguagem de admiração em um texto de doçura e encantamento
El genio Jobs y mi primer Frankenstein"A partir de ese momento, la evocación de Jobs me acompañó en todos los atrevimientos informáticos a los que la curiosidad y la necesidad me empujaron. Alrededor mío había mucha gente como el inquieto Steve; adolescentes ingeniosos que, carentes de un espacio –aunque fuera un garaje- y de la posibilidad legal de fundar una empresa, tomaron el camino de la emigración y se llevaron lejos de aquí su talento y sus ideas. A pesar de la estampida masiva, entre varios amigos nos mantuvimos aquí alimentando el culto a ese gurú de suéter negro y jeans desteñidos. Añorábamos ser un poco como él: iluminados, avispados, comprendidos. Cuando la mediocridad de la censura tecnológica nos tocaba, nos proyectábamos en aquel niño adoptado que se había convertido en referencia mundial, en sus caprichos de genio y en los audífonos blancos que le tapaban los oídos. Probablemente, él no sabía que los cubanos necesitaríamos más de una década todavía para poder comprar legalmente un ordenador en una tienda..."