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domingo, 6 de julho de 2014

Jogo Brasil e Colômbia na visão do jornalista mexicano José Sámaso... // El País


Brasil, por las bravas

Con goles de sus centrales Thiago Silva y David Luiz y golpe a golpe, La Canarinha elimina a una Colombia sometida al principio y sin tiempo al final

Neymar abandona el partido lesionado y el médico diagnostica una fisura en la tercera vértebra

 Rio de Janeiro 5 JUL 2014 - 00:58 CEST

Por lo civil o por lo militar, lo que haga falta. Así es este nuevo Brasil del general Scolari, ya en semifinales a golpe de centrales, autores ambos, Thiago Silva y David Luiz, de los dos tantos locales. A falta de juego, los defensas tocan la corneta. A rebufo quedó Colombia, parca y sometida al principio y sin tiempo al final para la remontada. A los cafeteros se les hizo tan corto el último tramo como a James, el diamante pulido este mes, el Mundial, que se fue con tantas lágrimas como moratones en las piernas. Este Brasil puede fardar de resultados, pero su desapego por el encanto que le distinguía resulta descorazonador. Hoy es un equipo de tosca armadura, piernas de mármol y zurra que zurra: hizo una falta cada tres minutos, sin que al parecer el árbitro, el español Velasco Carballo, llevara la contabilidad. Tampoco tomó nota de la estocada de Zúñiga a Neymar en la columna, lo que hizo al brasileño dejar el partido en la camilla.
De entrada, no compareció la descocada Colombia, sino un equipo desteñido, atenazado, con plomo en la cabeza y los pies. Con el garrote a mano y mucho voltaje, Brasil encapsuló a su adversario, sostenido por su portero Ospina, al que ese increíble Hulk con botas acribilló en más de una ocasión. Hulk, forrado en músculos, simboliza a esta Canarinha de bucaneros, un equipo de fútbol convertido en un convoy de tanques. Por las bravas, como si en cada disputa estuviera a un paso la tercera guerra mundial, Brasil, con su fútbol machote, sometió a su rival, incapaz de coger el hilo al juego. Inferior en el cuerpo a cuerpo, Colombia no pudo imponer sus virtudes y hasta el segundo acto, el guion siempre fue brasileño.

El grupo de Pékerman no lograba reclutar a James, contra el que Scolari había dictado orden de arresto a Fernandinho el primero, y, en caso de necesidad, al que merodeara su sombra. El objetivo: James por los suelos. Ni caso hizo el español Velasco Carballo, que no perdió ocasión en sancionar a la estrella colombiana por una parvulada en comparación con la leña recibida. Curioso, antes del gol de David Luiz, con más de 40 faltas ya por el camino (25 brasileñas), James y Yepes ya habían sido amonestados. Por La Canarinha, solo Thiago Silva, que se perderá la semifinal con Alemania. El árbitro madrileño contemporizó con el cuadro local hasta con el espray, que no siempre fue una frontera para la barrera brasileña.
Brasil juega a la carga, con los tambores a todo trapo. Y más en las áreas, que las convierte en un feudo de cocodrilos. En territorio propio o ajeno, sus centrales marcan la línea. Así que a la primera que se ganó un córner desfiguró a la defensa cafetera. Neymar lanzó un saque de esquina antes de los diez minutos, atacantes y defensores cazaron moscas y la pelota cayó a la zona de Thiago Silva, que anotó de un rodillazo. Lo mejor que le podía pasar a este Brasil que llegaba con tantas angustias, una ventaja sin demora. Colombia notó la sacudida y muy pronto sintió que era un forastero en un terreno inhóspito. Que el partido trataba de aceptar el golpe por golpe y que no siempre habría un juez para interrumpir el combate.
Encriptado James entre el selvático medio campo local, en el primer acto Brasil fue una avalancha, y sólo Cuadrado tuvo a tiro a Julio César. Con Óscar más centrado y Maicon por Alves con la costa derecha a sus pies, Colombia sufrió el asedio por todos los rincones, con su zaga hecha un ovillo ante cada embestida de Hulk junto a Marcelo, ante los bailes de Neymar. No encontraba remedio. Y no lo tuvo hasta que parecía definitivamente condenada.
El árbitro sancionó a James Rodríguez por una parvulada en relación con la leña recibida
El conjunto de Pékerman arrancó con mayor soltura en el segundo tiempo, con Brasil más recogida, lo que al menos le concedía la posibilidad de disputar el partido alejada de su portería. Los centuriones de Scolari no le abrían vías hacia Julio César, pero de Ospina ya no había noticias. Los muchachos colombianos se quitaron los corsés. Echaron un vistazo al frente y equilibraron el juego. En su mejor momento colombiano, Yepes, su capitán, resolvió un descomunal enredo en el área, pero un asistente invalidó el gol al acertar un fuera de juego por una uña al inicio de la jugada. De inmediato, con Brasil titubeante, de nuevo un central acudió al auxilio. A muchas cuadras de Ospina, David Luiz trazó un gol sensacional. Un zapatazo que hizo que la pelota, ya en vuelo, cambiara de rumbo en dirección a la red. Un golazo.
Brasil carga con todo y convierte las áreas en un feudo de cocodrilos
A la selección colombiana solo le quedaba el remango de James Rodríguez, un jugadorazo, por su enorme clase y porque con su juventud ni Fernandinho con la estaca logró que se escondiera. Aguantó con los dientes apretados y remó cuanto pudo para acortar distancias en un penalti mayúsculo del portero Julio César a Bacca. Marcó James y Colombia remó cuanto pudo hasta morir de realidad en la orilla. Lo hizo llorando como una regadera, pero tiene todo un mundo por delante para pelear por los tronos.
De momento, a eso aspira este Brasil de corsarios, en el que el gol también es cosa de sus centrales. Como lo había sido horas antes de Alemania, su próximo adversario. Y un cartel antinatural: Alemania quiere la pelota que adoraba el viejo Brasil y Brasil prefiere los corpachones que distinguían a la antigua Alemania. 
El fútbol tiene revés.

quarta-feira, 11 de abril de 2012

"CRISTIANO RONALDO vale por quatro" foi a manchete esportiva de El País...


33ª JORNADA DE LIGA

Un líder llamado Cristiano

El portugués descorcha un partido alborotado, fulmina con tres goles al Atlético y el Madrid mantiene su ventaja (1-4)


El fútbol, un deporte gremial, está colonizado por dos solistas sublimes, dos protagonistas de un duelo personal y colectivo sin precedentes en la Liga española. Messi y Cristiano, Cristiano y Messi, son la gran reserva del fútbol mundial. Sobre ellos gravitan dos plantillas mayúsculas, dos instituciones hidalgas, dos equipos lunáticos para el resto de adversarios. Si Messi acercó el martes al Barça a un punto, Cristiano respondió anoche con una actuación que le entroniza de nuevo. Él tiró del Madrid, le rescató en las malas, le aupó y le dejó en la cima con una goleada anestésica para el líder, que llegó al Calderón con aire angustiado. En una plaza de primera y ante una situación límite es donde se esperan a los elegidos. Y Cristiano fue puntual. El equipo, atenazado por sus últimos infortunios, le necesitaba como nunca. Y allí estuvo el portugués, al frente del regimiento, en un partido poco panorámico hasta que el Madrid, con mucha entereza, dio un paso al frente al verse empatado. 
Con el Atlético en estado de excepción y el Madrid con una ligera taquicardia, el partido fue un alboroto, con numerosas calamidades para la pelota, que brincó lo suyo. Con ella nadie sacó más provecho que Cristiano, protagonista absoluto de la noche. De entrada, Ronaldo ejecutó una falta con la maestría de los elegidos. Se podrá discutir que Courtois favoreció el gol con su neutralidad, porque el belga decidió enquistarse en el centro de la portería, sin custodiar el palo derecho o la vía izquierda. Una apuesta arriesgada, pero el preciso y dinamitero disparo de Ronaldo hizo que la pelota salvara la barrera y lloviera del cielo como un meteorito. Un destello en medio del barbecho, en un partido emotivo por el cartel y la trascendencia de los puntos, pero sin fútbol recreativo
No fue el Madrid esperado, el habitual, el que gobierna los partidos y tira del mazo. Se pareció a sí mismo el Atlético, que juega a parpadeos, con mucho voltaje y no tanta pulcritud. Vive de las descargas de algunos distinguidos, como Adrián o Falcao, o de algunas luces de Arda y Diego, pero con demasiadas intermitencias. Ante el Madrid logró trabar el partido, desteñir al líder, que nunca estuvo cómodo, con muchos jugadores fuera de plano. Al frente de ese pelotón, Kaká, que pasó de puntillas todo un tiempo. Tan solo Cristiano abrió brechas en el macizo rojiblanco. Nadie le secundó, con el resto de la tropa sin brújula en un partido selvático. Más raquítico que de costumbre en ataque, el Madrid se entregó a sus centrales y al tajo de Khedira y Alonso, obligados a tirar de escoba en el medio campo por la desidia de Kaká y las amnesias defensivas de Di María, convaleciente hasta hace unos días. Un sufrimiento para Arbeloa, que siempre se vio en inferioridad ante Filipe Luis y quien le auxiliara. Sancionado pasada la media hora, el lateral madridista tuvo que contenerse. Tampoco Juanfran tuvo escoltas frente a Cristiano. Uno y otro equipo explotaron ambas vetas.
En un duelo sin riendas, intempestivo, el partido se movió por sacudidas. Las tuvo el Atlético a raíz del primer tanto de Cristiano. Las tuvo el Madrid, especialmente tras el empate de Falcao, cuando encapsuló a su rival. Una secuela inopinada. El empate sentó como un tiro al conjunto de Simeone y espabiló al Madrid, que reaccionó cuando se vio a punto de irse a la lona. El Atlético, con diente hasta entonces, se vio ulceroso. Incapaz de domesticar el juego a partir de futbolistas de buen pie como Arda y Diego, el cuadro colchonero es proclive al vértigo, al choque a toda pastilla. Lo mismo dio que el propio partido le desmintiera. Del trazo más largo, de su única jugada con partitura, llegó la diana de Falcao. Paso a paso, toque a toque hasta que Adrián colgó la pelota al área, Ramos no voló a tiempo y Coentrão no puso el candado. Un suicidio ante tipos como Falcao, que vuela con una efectividad asombrosa. Un águila, no un tigre.
Sometidos uno y otro por el resultado, el encuentro se decidió de forma episódica. En el barullo y desgobierno se impuso Cristiano Ronaldo. Un cañón. Su segundo gol fue estruendoso, un latigazo desde fuera del área con tantos efectos que la pelota pareció sacar la lengua a Courtois. Tenía vida el Atlético, solo un gol por debajo, pero para entonces Cristiano llevaba a todos sin cadena. Hasta que se rindió Godín, que atropelló sin sentido a Higuaín. CR, por supuesto, anotó de penalti y a un dedo estuvo de cerrar su mágica noche con un cuarto tanto, evitado por el pecho del meta local. Callejón bajó la persiana y de nuevo el Atlético, con o sin Simeone, salió mal parado de su reto vecinal. La respuesta final del líder fue tan contundente como conmovedora. Por tenso que esté el Madrid, por mucho que se le quiera ver algún tembleque, con Cristiano al frente no tiene fin. El Barça, con Messi, tampoco. Pero llega a rebufo. Eso sí, uno y otro no están saciados, nunca lo están ni lo estarán. Queda trama.