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Pensamiento manco o lobotomía ideológica
Evidentemente la disputa entre izquierdas y derechas en asuntos de política está resultando estrecha para adelantar soluciones a los conflictos globales en los tiempos actuales. Más que estrecha, es absolutamente simplista. Si tal aserto es aplicable a nivel mundial, en el caso de Cuba quedamos a millones de años de retraso, a juzgar por una contradicción que frisa en lo absurdo: la incapacidad de las llamadas izquierdas para proponer o participar en la política de un gobierno totalitario que se declara a sí mismo “de izquierda”, es decir, que se autodefine a partir de la dirección total de la nación por parte de un partido único “comunista”.
Y así estamos. Cualquier manifestación de pensamiento que no se inscriba entre la parentela izquierdista es inmediatamente desautorizado, ignorado, silenciado y hasta encarcelado, aunque no se trate exactamente de ideologías “de derechas”. Pero tampoco las izquierdas tienen voz si no se subordinan incondicionalmente a los designios de la élite.
Hay que reconocer que, así como dentro de la oposición no existe un pensamiento único, también dentro de la izquierda insular se mueven actualmente numerosas variantes, desde grupos completamente sujetos al pensamiento oficial, meros papagayos de las directrices gubernamentales, hasta los sectores más avanzados que adelantan propuestas audaces, no solo en el plano de las reformas económicas, sino también en lo tocante a las transformaciones sociales y políticas inclusivas que deberían acompañar los cambios en Cuba.
Hay que reconocer que, así como dentro de la oposición no existe un pensamiento único, también dentro de la izquierda insular se mueven actualmente numerosas variantes, desde grupos completamente sujetos al pensamiento oficial, meros papagayos de las directrices gubernamentales, hasta los sectores más avanzados que adelantan propuestas audaces, no solo en el plano de las reformas económicas, sino también en lo tocante a las transformaciones sociales y políticas inclusivas que deberían acompañar los cambios en Cuba.
Entre ambos extremos de la misma cuerda –y estamos hablando de izquierdas y solo de ellas– hay un diapasón no muy amplio de voces intermedias. Estas últimas son los que quieren cambios, pero no tantos; propugnan un periodismo crítico, pero “socialista” y “revolucionario” –recordemos otra vez aquel dictado fascista, parteaguas de la vida cultural e intelectual de los cubanos desde 1961 y mordaza de toda libertad de pensamiento: “Dentro de la revolución, todo…”– y apelan constantemente a “lo que ha dicho el compañero Fidel” o “lo que dice el Presidente Raúl” como fuentes legitimadoras y suficientes que sustituyen por sí mismas la necesidad de argumentos. Estos son los que no creen necesarias las aperturas: basta con algunas hendijas, de preferencia protegidas con mallas, para que no se cuelen los “males” que acompañan siempre a las libertades.
Pero para los señores del poder, por su parte, no existen matices: se es de izquierdas o de derechas; y este principio trasciende a toda la vida social del país. Después de esta macroclasificación, lo demás es pan comido. Así, los de izquierda tienen como supuesto denominador común la adhesión a los versículos de esa otra Biblia escrita por Carlos Marx, El Capital; la práctica del odio al imperialismo; y el reconocimiento a la guía indiscutible del Partido Comunista para gobernar al país. Mientras los opositores, la disidencia en general y el periodismo independiente en todas sus variantes, forman parte de un pretendido bloque “de derechas”, son traidores mercenarios al servicio del gobierno de EE.UU. y en virtud de ello reciben jugosos financiamientos del Departamento del Tesoro de ese país, sin mencionar los asesoramientos de la CIA, aunque nadie se explica cómo es posible que con tales credenciales no estén todos encarcelados.
Visto de esa manera tan ramplona, diríase que el pensamiento político cubano está signado por la lobotomía ideológica: eres de izquierdas –y asumes totalmente los roles dictados para ello– o eres de derechas –con todas las consecuencias que ello entraña. Si no te defines de esa primitiva forma, sencillamente NO ERES.
Visto de esa manera tan ramplona, diríase que el pensamiento político cubano está signado por la lobotomía ideológica: eres de izquierdas –y asumes totalmente los roles dictados para ello– o eres de derechas –con todas las consecuencias que ello entraña. Si no te defines de esa primitiva forma, sencillamente NO ERES.
Es por eso que un amigo politólogo extranjero con el que intercambio una correspondencia bastante regular me ha dicho que cuando visita Cuba y se reúne con los representantes de la intelectualidad oficial tiene la impresión de enfrentarse al “pensamiento manco”. Así, mientras el mundo anda en busca de nuevas soluciones políticas para superar los desafíos de los tiempos actuales; mientras la globalización avanza dejando rezagadas las viejas concepciones de encontrar remedios regionales para males universales y las tecnologías de la información y las comunicaciones imprimen un ritmo vertiginoso al pensamiento y desarrollo humanos, el escenario político cubano se empobrece a la par que el sistema y la nación toda.
De seguir a este paso, estaremos condenados a ser eternamente una minúscula aldea perdida en medio del torbellino de transformaciones que giran a nuestro alrededor y no nos tocan. Más que un naufragio, Cuba amenaza convertirse en el buque fantasma de la posmodernidad: sin puerto, sin destino, sin mando y sin tripulación.
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