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terça-feira, 3 de janeiro de 2012

? Seran los Kirchner's finalmente nuestros Borbones?

http://www.lanacion.com.ar/1436923-seran-los-kirchner-finalmente-nuestros-borbones


Cuando se supo que la Presidenta será operada de cáncer en la tiroides dentro de cuatro días, diversas emociones cruzaron la mente de los argentinos. Por lo pronto una de asombro por lo inesperado de la noticia y otra de preocupación por el inevitable impacto que produce la palabra "cáncer" aun en estos tiempos en que esta temida enfermedad es derrotada con frecuencia. Por eso a la preocupación siguió el alivio casi inmediato cuando se advirtió que el cáncer en la tiroides que padece la Presidenta es curable, sobre todo porque su erradicación estará a cargo de un equipo médico de excelencia.

Lo notable es que estas emociones casi simultáneas de asombro, preocupación y alivio no afectaron solamente a los círculos que apoyan a Cristina, sino también a la población en general. Es que una pregunta fugaz relampagueó tanto en la conciencia de los que aman a la Presidenta como en la conciencia de los que se le oponen: ¿qué haríamos sin Cristina? ¿Qué haríamos todos los argentinos, sea cual fuere la posición de alabanza o de crítica que nos haya tocado ocupar frente a su inmenso poder? Si un poder tan inmenso como el de ella permitiera imaginar la posibilidad de su ausencia aunque fuera por segundos, cundiría como una corriente eléctrica una sensación de vacío porque, a esta altura de las circunstancias, cuesta pensar en un país que no gire en torno de Cristina.
El alivio casi instantáneo por la disipación de la imagen de un país sin Cristina se reforzó, por otra parte, porque su vicepresidente ya no es Julio Cobos, sino Amado Boudou. Si una cosa es indudable es que, mientras dure la licencia de la Presidenta, su actual vicepresidente no moverá ni un dedo para hacer saber que, efectivamente, existe.
Por eso en un artículo para El País,de Madrid, titulado "El peronismo hoy se llama cristinismo", que reprodujo La Nación de anteayer, el columnista Miguel Angel Bastenier, al advertir que entre nosotros todo gira en torno de Cristina, se pregunta si los argentinos no estaremos viviendo una suerte de hipnocracia,un "estado hipnótico" en virtud del cual un gobernante omnímodo atrae de modo irresistible, para bien o para mal, a sus gobernados. Pero Bastenier formula, además, otra pregunta: ¿cómo evitará ese poder omnímodo a partir de una concentración que no admite antecedentes la tentación de buscar laperennidad? "Cristina eterna", esta frase que pronunció en su momento la diputada Diana Conti, ¿es entonces sólo el anhelo solitario de una "ultracristinista" o es, más allá, un proyecto de poder presidencial que apunta ya no sólo a su ilimitación en el espacio, sino también a su ilimitación en el tiempo?

"LA "HIPNOCRACIA"
Debe decirse a favor del modo como Cristina anunció su cáncer en la tiroides que, a la inversa de Hugo Chávez en relación con su propio cáncer, no lo negó empecinadamente, sino que lo hizo público, con prontitud y sobriedad. Pero hay otro rasgo que la acerca a Chávez: la hipnocracia . Esta resulta de proyectar sobre el pueblo, con la ayuda de la cadena oficial, un flujo cotidiano de discursos presidenciales. Este es el método de comunicación que, inaugurado por Fidel Castro para los cubanos, tiende a desatar una corriente incesante de mensajes unipersonales y unidireccionales cuyo objeto es envolver a la audiencia en un clima casi obsesivo del cual, al fin, nadie se escapa. Una suerte de "lavado de cerebro colectivo" que tiende a convertirse en monopólico cuando sus reiterados mensajes son acompañados por la persecución sistemática de aquellas otras voces que tienden, por su parte, a preservar el pluralismo que resulta de la libertad de expresión.
Nada más representativo del sistema republicano, en este sentido, que la pluralidad de las opiniones. Pero la inusual concentración del poder de comunicación en manos de un Estado con vocación hegemónica, que ha tenido en Castro a su precursor y en presidentes autoritarios como Chávez y Rafael Correa a sus continuadores, también está siendo ensayada por la Presidenta.
Esta modalidad sería inviable, sin duda, si el mensaje dominante de un sistema hegemónico no incluyera un contenido, un argumento, destinado a sus oyentes. En Cristina, a este argumento se lo llama el relato . El relato consiste en un argumento que procura competir con la realidad desde una posición dominante. Cuando aun en las circunstancias que rodearon al sobrio relato de su enfermedad la Presidenta procuró victimizarse como una heroína dispuesta al sacrificio, apeló al "relato". Si Néstor Kirchner murió por ofrendar su vida en aras del pueblo, Cristina Kirchner se presenta hoy como una gobernante que le está entregando su salud a ese mismo pueblo. Algunos críticos subrayan por su parte la vasta corrupción que la beneficia y la rodea. Pero estas voces disidentes ¿qué llegada tendrán en medio de la "hipnocracia"?
¿Qué sentido tendría este grado superlativo de concentración del poder y de las comunicaciones si no fuera, además, ilimitado en el tiempo? ¿Es posible advertir que Cristina concentra al máximo su poder en el espacio sin suponer que buscará dotarlo, además, de "perennidad"?
¿"MONARQUÍA" O "DINASTÍA"?
Los emperadores romanos, si bien disponían de un poder absoluto, no eran hereditarios sino electivos y vitalicios -lo mismo ocurre hoy con los papas-; para encontrar monarquías hereditarias, habría que remitirse a las monarquías europeas, aun en su menguada actualidad, hasta Juan Carlos I de España inclusive. Cuando una monarquía es hereditaria, cambia la naturaleza del poder porque aparece el concepto de dinastía , que el diccionario define como "una familia en cuyos individuos se perpetúa el poder". El concepto de "monarquía" puede aplicarse a Cristina no bien se comprueba el intenso grado de concentración del poder que la exalta. Pero esta concentración carecería de intensidad si se limitara en el tiempo, por ejemplo a los cuatro años de gobierno que le permite nuestra Constitución. Y aun si Cristina consiguiera el reeleccionismo indefinido, aun así carecería de "perennidad". La única manera de conseguir la "Cristina eterna" a la que aspira Diana Conti sería que ella pudiera transmitir el poder dentro de la misma familia en cuyo seno lo recibió.
Entre nosotros, hubo sin duda intentos de monarquías vitalicias, por ejemplo en torno de Rosas y en torno de Perón. Pero nadie pudo imaginar a la dulce Manuelita como reina, quizá porque la idea de una reina estaba prohibida en la cultura de entonces. Perón, a su vez, no tuvo hijos. ¿Qué habría pasado si los hubiera tenido? ¿Se habría detenido la saga de Perón con su muerte, en 1974? El poder que ya ha alcanzado Cristina tiende a mostrarse cada día más como monárquico y no como republicano. Cuando Cristina se hizo coronar el pasado 10 de diciembre, no por el vicepresidente Cobos sino por su propia hija, Florencia, ¿no pasó por su mente que el poder residía en su familia? ¿Qué otra sino ella ha sido la heredera de Néstor Kirchner? ¿Es demasiado atrevido pensar que Cristina, al ocupar el trono, es el emblema de una nueva dinastía? ¿No es notable el control creciente que ejercen al lado de ella su hijo, Máximo, y sus amigos de la Cámpora? Que Cristina ya es monárquica basta confirmarlo cuando se advierte que sus ministros y colaboradores conforman en torno de ella una sumisa "corte". Culturalmente, los argentinos hemos sido tentados de preferir la tiranía antes que la anarquía y el poder concentrado antes que el "desorden" republicano. En España, todavía reinan los Borbones. Entre nosotros, ¿no reinan, ya, los Kirchner?
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