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quarta-feira, 14 de março de 2012

Yoany Sánchez / Generacíon Y / Nassau, esa ciudad mágica

Nassau, esa ciudad mágica

Imagen tomada de www.iabcrew.com
Imagen tomada de www.iabcrew.com
Sube la escalerilla del avión. En la bolsa de mano lleva las gafas, un trozo de sándwich que no pudo terminar de comerse y el pasaporte que la consagra como ciudadana española. Pero aún no es tiempo de mostrarlo. Mientras esté en territorio cubano sólo podrá enseñar aquel otro, azul, con su escudo de palma solitaria donde se aclara que nació en La Habana. Ya ha pasado el chequeo de la aduana, ha salido airosa del funcionario que comprobó su permiso de salida y ha pagado -a regañadientes- el excesivo impuesto aeroportuario. Los altavoces anuncian la salida de su vuelo hacia Bahamas y sabe que está a punto de experimentar una transformación. No escucha siquiera cuando la aeromoza da la bienvenida a bordo, ni ve la señal lumínica que le advierte sobre el cinturón de seguridad. Su mente está concentrada en despojarse de una ciudadanía y asumir otra, en sacudirse el cerco de la insularidad para sentirse parte del mundo.
Como ella, muchos otros compatriotas toman un vuelo hacia Nassau con la intención de hacer uso allí de su nacionalidad española. Salen de Cuba mostrando una identificación nacional y aterrizan en la isla de Nueva Providencia exhibiendo su otra identidad como comunitarios europeos. La transformación ocurre en el aire, en los kilómetros que distan de las Antillas hasta las Bahamas, en la franja de azul que separa a los dos archipiélagos. Hacerlo así les permitirá entrar a territorio de Estados Unidos sin necesidad de un visado, les evitará las miradas de sospecha en los puntos de control a donde lleguen. El Aeropuerto International Lynden Pindling es el lugar de la metamorfosis, el sitio para hacer valer una doble nacionalidad que no les está reconocida en su propio país.
Y después llega el momento del retorno. De volver a experimentar tal mutación, pero a la inversa. El avión aterriza en la terminal cinco de nuestra capital, los familiares buscan con los ojos a la recién llegada. Un oficial de la aduana le cae a preguntas, mientras la mandan a pasar a un cuarto para revisar minuciosamente su equipaje. En el fondo del bolso de mano descansa su pasaporte peninsular, ese librito de tapa rojiza que aguarda por algún día regresar a Nassau. A esa isla mágica, donde a diferencia del espejo de Alicia no se pone el mundo al revés sino al derecho.